Los refugiados españoles


 

Se dice que según  las lecturas serán las escrituras, y después de muchas vidas y aventuras compartidas y leídas  y cuando uno cree que la capacidad de asombro languidece, frena, se apaga, aparece la sorpresa en forma de carta o artículo periodístico, cargado de testimonio y literatura y donde una vez más se demuestra que lo que uno siente no necesita apoyaturas, corre, fluye, concluye  y evidencia  que muchos desconocidos, en algún momento de su vida y por diferentes motivos, hacen gala de una creatividad que para sí quisieran muchos profesionales de la  pluma.

Y esto me ha pasado a mí hace unos  días cuando  me encontré con una estupenda carta al director en un semanario nacional , escrita por una mujer granadina o al menos así firmaba, de 82 años de  edad y de nombre Pilar Fernández  Sánchez que me asombró y que pasó a engrosar mi archivo personal – suelo recortarlos y pegarlos en mis libretas debidamente fechados-.  El escrito titulado “Lo que tengo y lo que no” es un auténtica joya literaria y ahora que empiezan a elaborarse antologías de excelentes artículos de prensa, bien merece figurar en ellas. En sus veinticinco pequeños renglones (ocupa un pequeño cuadrante de la hoja del semanario) denuncia una situación que la sociedad actual omite, silencia, calla  al narrar y recrear la última etapa del ser humano en estos modernos o postmodernos tiempos que nos tocan vivir,  en la que se le aísla  de la sociedad y en jaulas de 12 metros cuadrados, llamadas habitaciones, cuarto, apartamento, espera la llegada de la muerte.

 

El contenido de esta Carta es una auténtica joya literaria donde se unen y miden justamente la denuncia social  acerca del abandono de nuestros mayores – recientemente se ha comunicado que en España viven solos más de cuatro millones de españoles y que más de 417.000 se consideran muy infelices – y el cuidado de la forma. Ni una palabra de más, ni de menos. Todo su argumento está tejido  escrupulosamente y nos dice: “Tengo 82 años, 4 hijos, 11 nietos, 2 bisnietos y una habitación de 12 metros cuadrados.   Ya no tengo mi casa ni mis cosas queridas, pero si quien me arregla la habitación, me hace la comida y la cama, me toma la tensión y me pesa…No sé cuánto me quedará de vida, pero debo acostumbrarme a la soledad…” Concluye su magnífico testimonio y queja con el deseo que las nuevas generaciones sean más generosas y agradecidas con sus progenitores.

Desconozco el número de personas que viven solas en Siero-  supongo que no será escaso y más desde la emigración de nuestros jóvenes- e intuyo que la solución a sus problemas, especialmente su necesidad de comunicación y afecto, no será fácil y es que entre nuestras prioridades ha quedado en segundo orden la preocupación, acompañamiento y cuidado de nuestros mayores, por mucha paga o pensión que perciban, ya que- según dicen- uno tiene que realizarse aunque sea haciendo siempre lo mismo, y esto es la prueba más evidente de una sociedad deshumanizada, donde importa más el paseo mañanero de nuestra mascota que el cuidado y cariño del abuelo.

Llevamos un año intentado resolver el problema de los refugiados que llegan a las costas. Nos quejamos de la falta de sensibilidad de las instituciones europeas. Vemos la mota de polvo en el ojo ajeno y no la viga que tenemos en el nuestro. Los refugiados sirios, iraquíes, afganos , etíopes… se confinan en los campamentos jordanos, turcos, griegos…, soportando frío, hambre, dolor y el estremecedor llanto de niños y mayores, pero con la esperanza de un albergue, de un refugio, de un trabajo, de un mundo mejor. En muchos hogares españoles, asturianos, sierenses también se confinan muchos ancianos que quizás no pasen frío, ni hambre,  pero no tienen  la ilusión, fuerza ni motivación   necesarias para enfrentarse al diario vivir, y al final de la jornada solo dicen cansinamente: Un día menos.

¿Culpables? Todos, aunque supongo que en diferente proporción. Y esto no es nuevo de ahora, aunque quizás los avatares de la agitada vida moderna lo haya incrementado. Me viene a la cabeza aquel viejo relato de infancia en que  un niño pequeño ya hacía  un plato de madera para cuando sus padres fueran mayores,  al observar como estos ahora maltrataban al abuelo.

 En las pasadas elecciones del 26 de junio los cuatro candidatos de los principales partidos generaron un total  de 42.259 noticias y, a pesar de todo,  seguimos sin darnos cuenta que sin amor no somos nada.  En tiempos de confusión, duda y hasta cierto caos como los que vivimos, quizás sea necesario hacer un referéndum para consolidar su importancia y replantearnos la situación. ¡Nunca es tarde!

 

 



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