El fútbol como vivencia y dignidad

Ante el actual Campeonato Mundial de Fútbol en Qatar, tengo algunos puntos que me atrevo a expresar: 

 Ese deporte es una forma de vida apoyada en cada uno de los ingredientes de ese  juego: posee coraje, valor, querencia, esperanzas, miedos, esfuerzos inusitados y el amor pleno por su equipo. 

Perder o ganar, triunfar o caer derrotado, depende en ciertos momentos hasta del vuelo de una mariposa, es decir, de razones imponderables. 

El hincha, ese apasionado de cuerpo y alma que suele ser entusiasta del juego por encima de cualquier otra razón, ve poco y mal lo que sucede en el campo. Lo suyo es fogosidad, escape emocional sin restricciones, canal en el cual se canalizan sus malogros personales y los engorrosos problemas de la existencia cotidiana.  Es decir, la propia existencia saliendo a nuestro en encuentro. 

 Ese lema olímpico, asentado en un apotegma, que asevera con idealismo que lo importante en toda gesta deportiva no es ganar, sino participar,  en el fondo es un consuelo, pero nunca una anhelada verdad. 

 Los conjuntos deportivos solamente poseen una meta: triunfar por encima de cualquier otra consideración, ya que en ello les va el orgullo, la  alegría y el endiosamiento, palabras estas surgidas tal vez de las alucinaciones de los naturales anhelos humanos. 

 Quien en su juventud haya pateado una pelota de cuero o papel prensado, en campo de tierra, en la esquina de una calle, loma o arrabal, sabrá con seguridad   la pasión que brota al jugar al fútbol.  

 Deberíamos saber que el espectáculo es un conjunto de cualidades humanas y técnicas, que darán al esparcimiento de los amantes de ese deporte, la dimensión apasionada y apasionante de mover una pelota para alcanzar la ensoñación codiciada.  

 Jorge Luis Borges - escribía en castellano, pero pensaba en inglés - al fútbol lo llamaba “softball”, pues creía expresar con esa palabra, si la decía arrancándola de su propia raíz, hasta el mismo movimiento del balón en el aire.   

 Para el, lo malo del deporte era la idea de que alguien gane y alguien pierda y, sobre todo, ver ese hecho suscitando rivalidades.  

 En otro espacio, Albert Camus, apasionado del balompié – jugó en el equipo de la Universidad de Argel – nos dijo: “Después de muchos años de variadas experiencias, lo que más sé, acerca de la moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol.”  

Y en un ensayo, pedía preservación de ese recuerdo: “Esta gran y digna imagen de nuestra juventud”. 

 

 

rnaranco@hotmail.com 



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