No supe decirle que no al caballo

—Oye, ¿pero dónde vas con ese caballo? —me preguntó sorprendido un amigo parándome en mitad de la calle.

—Me lo llevo a mi casa —le expliqué convencido de que no lo entendería.

—¿Pero te has vuelto loco? Tú vives en un piso.

—Lo sé, va a ser un problema grande tenerlo allí —reconocí.

—Entonces ¿por qué lo has comprado?

—Porque me apiadé de él y no supe decirle que no cuando me pidió que me lo llevase, que no era feliz con su dueño: lo maltrataba.

Seguí mi camino sin atenderlo. La sorpresa de que un caballo me hubiese hablado, había tumbado de espaldas a mi amigo. Ya tenía yo bastante problema con el equino para preocuparme por un tipo que se desvanece con tanta facilidad.



Dejar un comentario

captcha