Endemicos de toda la vida

Endemicos de toda la vida

Un estudio realizado en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) revela que los linajes ápteros de los coleópteros ibéricos de la familia Geotrupidae serían paleoendemismos

 

Si mencionamos la familia Geotrupidae, la mayor parte de los lectores no sabrá a qué nos referimos, pero si hablamos de unos escarabajos que pueden verse fácilmente en los excrementos del ganado, o más coloquialmente las boñigas de vaca, la cosa cambia. La historia natural de los geotrúpidos, y particularmente su alimentación y nidificación, es interesante por el papel que desempeñan en el rápido reciclaje de la materia orgánica y en los cambios fisicoquímicos que se producen en el suelo.

Estos escarabajos son principalmente coprófagos y se alimentan de una gran variedad de excrementos, que van desde las enormes  deyecciones de grandes herbívoros domésticos hasta los pequeñas cagarrutas de especies como el conejo. Los geotrúpidos que colonizan las boñigas, acarrean porciones de las heces al túnel que han excavado debajo de ellas, donde guardan el alimento. Otras especies de esta familia trasladan las porciones de excremento a cierta distancia valiéndose de sus patas delanteras. Por otra parte, para nidificar cavan una o varias galerías de diferente profundidad, generalmente debajo del excremento, donde depositan el alimento, sobre el cual ponen un huevo. Algún tiempo después, del huevo emergerá una larva que se alimentará con la comida almacenada por su progenitora. Todos estos rasgos de su ecología determinan que sean elementos importantes de los ecosistemas que habitan, especialmente en las áreas de pasto.

 

Los geotrúpidos son un grupo de escarabajos con 350 especies repartidas por todo el mundo, cuyas relaciones genealógicas han estado sometidas a debate durante mucho tiempo porque se basaban en estudios morfológicos que a menudo proporcionan resultados contradictorios. En la península Ibérica hay 33 especies, 20 de las cuales son endémicas, es decir, que no se encuentran en ningún otro lugar. De estas 20 especies, 18 han perdido las alas por lo que su capacidad para dispersarse se ve muy limitada. La desaparición de las alas como consecuencia de la fusión de los élitros es frecuente en insectos que ocupan ambientes semiáridos o desiertos y se interpreta como un mecanismo para reducir la pérdida de agua.

Un equipo de investigadores entre los que se encuentran Jorge M. Lobo y Rafael Zardoya del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC, y en el que ha participado la Universidad del Algarve y la Universidad de Alicante, ha examinado mediante técnicas moleculares si la adaptación a los ambientes áridos junto con la pérdida de las alas, han sido los principales responsables de la alta tasa de especiación que presenta este grupo de coleópteros. El estudio ha sido publicado recientemente en la revista Molecular Phylogenetics and Evolution.

“Aunque la pérdida de la capacidad para volar no parece haber acelerado la tasa de especiación si sería responsable de los altos niveles de endemicidad. Antes de comenzar el estudio suponíamos que los geotrúpidos serían un grupo recientemente diversificado en la península Ibérica debido a los cambios climáticos del Cuaternario, pero los resultados moleculares muestran inequívocamente que se trata de un grupo antiguo que se ha mantenido gracias a su especialización ecológica y su aislamiento del resto de Europa” señala Jorge M. Lobo. Los linajes de escarabajos ápteros habrían permanecido aislados en la península Ibérica desde el Terciario inferior debido al levantamiento de los Pirineos. Además de la pérdida de las alas, la aclimatación a los ambientes áridos a través de otras adaptaciones como la adquisición de una mandíbula más potente que le permitió el consumo de otros recursos como carroña, hojarasca, hongos y frutos, facilitaron su permanencia en la península ibérica.

 

Imagen: Jorge M. Lobo.

 

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