¡Sporting! ¡Sporting!

Quiero empezar diciendo que me he alegrado con el ascenso del Oviedo a la categoría de plata del fútbol español. Han realizado una gran campaña y se lo merecieron.
Soy del Sporting de Gijón desde güaje, desde cuando un domingo me llevó mi padre a ver un partido al viejo Molinón y, encaramado sobre sus hombros, me dijo que el portero del equipo rojiblanco se llamaba Sión. ¡Ya pasaron los años!.
Para mi, ser sportinguista es un estado de ánimo, es un sentimiento de amor a unos colores, a un campo y a una ciudad. Pertenecer a su masa social es una forma de sentir y de compartir con orgullo la admiración por algo que considero como muy nuestro, muy de los asturianos. La "mareona" -más allá de otros conceptos- es un reflejo -singular en España, cada domingo en el campo y en todos los desplazamientos del club- de la devoción sin límites que los sportinguistas, entre los que me incluyo, tienen por el equipo.
El domingo el Sporting, después de vencer a domicilio al Betis por cero a tres, retornó a Primera División. Se desbordó la alegría en Gijón y en toda Asturias. Ha sido una jornada inolvidable. Una jornada que nos quedará para el recuerdo. Y para mí ha sido aún más especial.
Se da la circunstancia que con el entrenador del equipo, Abelardo Fernández, me unen lejanos lazos familiares. Mi madre era de Trespando (Siero) el mismo pueblo en el que tienen sus raíces parte de los progenitores del "Pitu". Por otro lado, el presidente del club, Antonio Veiga, es de Pumarabule (Siero), pueblo minero en el que ambos nacimos y crecimos siendo además de vecinos también amigos. Mis felicidades a los dos, entrenador y presidente. Por todo lo dicho, este ascenso del Sporting se me hace -si cabe- más entrañable.
Y ¿Qué decir de la plantilla que logró la gesta?. En un campeonato difícil, con grandes profesionales en los diferentes equipos, muchos de ellos veteranos de mil batallas, el mérito de un grupo de güajes, cuidados y enseñados en Mareo, acompañados por otros cuatro chavales, que se involucraron como si fueran del Gijón de toda la vida, pasará a la historia del fútbol español y europeo. La defensa de la cantera sportinguista y la potenciación de la escuela de Mareo es la base -siempre lo fue- para conseguir un equipo que pueda mantenerse sin problemas en la Primera División del fútbol y del espectáculo deportivo y nunca en la Primera División del mercantilismo deportivo.
En el último partido jugado en El Molinón esta temporada, contra el Sabadell, con el campo lleno, cinco minutos antes del inicio del encuentro y justamente antes de sonar el himno del Sporting, por la megafonía del campo se escuchó la canción "Gijón del alma" que fue coreada con fervor por todos los asistentes. No sería mala idea que, para la próxima temporada ya en la División de Honor, esa bella y emblemática canción fuese el preludio oficial de todos los partidos que se celebren en El Molinón, programada precisamente antes del himno sportinguista.



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