Intentado salvar la civilización

Los pueblos serán lo que prefieran ser – ir a la deriva o lucha contra el viento - a fundamento de que muchos de ellos enterraron el proverbio certero: “Ayúdate a ti mismo”. 

Es más fácil extender la mano, saborear la propia saliva, y no hacer el más mínimo esfuerzo con intención de romper las cadenas de la indolencia sórdida. Es más, hay sociedades que han hecho de la desventura un negocio, una forma de subsistencia, el sentido de una vana objetividad o su propia vía sin final consolidado. 

 La indulgencia podrá ser una virtud o un sentido natural de solidaridad, pero nunca una obligación; sí lo es cabalmente, enseñar a los despojados de todo, hasta de ellos mismos, métodos y formas para ayudarlos a surgir de ese barrizal y miseria por mediación de la responsabilidad personal, y así levantarse de la ciénaga donde están encajados. 

 Hasta donde uno cree saber, los análisis de la indigencia no suelen llegan más allá de ajados tópicos, términos grandilocuentes o cachiporrazos en la espalda, en varios de sus aspectos, no en todos, ya que sería patibulario olvidarla en su conjunto y sus circunstancias naturales. 

  Esto nos obliga a una cavilación: o salvamos la civilización tal como la conocemos – imperfecta, repleta de injusticias, y a su vez con raíces filosóficas, literarias, técnicas e históricas en su momento más esplendoroso - o de lo contrario vamos a la hecatombe.  

Aquí no cabe otra realidad: civilización o barbarie, progreso o atraso, oscurantismo o luz de pensamiento. 

El Foro Social Mundial (FSM) en Porto Alegre,  Brasil,  no pasa de ser una reunión bien pensada, en donde hablan varios personajes reconocidos, entre ellos el intelectual gallego afincado en Francia, Ignacio Ramonet. 

Allí se levantan cerros de palabras, comunicados, elegías, rezos - no muchos- y  variadas abstracciones. Con ateos, se unen esencias del hinduismo, budismo, taoísmo, confucionismo, hebraísmo, cristianismo e islamismo, con sus conceptos perennes por lo que tienen de sentido común, no de fe, pues esto, la convicción de una creencia superior, es un don del espíritu de cada ser humano con sus propias circunstancias. 

Indudablemente, el FSM es un espacio de debate democrático de ideas, para profundizar en reflexiones, formulación de propuestas, intercambio de experiencias y articulación de movimientos sociales, redes, organizaciones de la sociedad civil que se oponen al neoliberalismo y al dominio del mundo por el capital y por cualquier forma de imperialismo.  

Es decir,  un mejunje de buenas intenciones para salvar la moral de un mundo que, dadas sus estructuras y perennes injusticias, va a la deriva sin paliativos y con menos sensatez.  

Nota:  

Para reflexionar sobre lo expuesto, recomendaríamos un pequeño libro, se titula “Sobre la estupidez”, tiene 50 páginas, y fue una conferencia dada por Robert Musil en Viena, en el año 1937.



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