El momento de buscar y ofrecer soluciones

El próximo mes de diciembre se cumplen 30 años de la aprobación de nuestro Estatuto de Autonomía.

 

30 años intensos en los que los asturianos hemos vivido profundas crisis económicas, políticas y sociales.

 

Tres décadas en las que hemos afrontado duras reconversiones y en las que también hemos podido atisbar la esperanza de un resurgimiento económico que, lamentablemente, se ha visto frustrado en los últimos años.

 

Como en todas las historias, en las personales y en las colectivas, ha habido momentos malos, buenos y regulares. Hemos tenido aciertos y errores, ejemplos de egoísmo y de generosidad, de enfrentamiento estéril y de diálogo constructivo...

 

Al echar la vista atrás en este Día de Asturias de 2011 no pretendo hacer un ejercicio de nostalgia ni, mucho menos, afirmar que cualquier tiempo pasado fue mejor... o fue peor.

      

Aún es complicado saber cuándo y cuánto nos va a costar salir de la difícil situación en la que nos encontramos pero, si algo nos enseña nuestra historia (la reciente y la más remota) es que Asturias sabe enfrentarse y vencer a los problemas cuando se lo propone.

 

No es este el momento de perder el tiempo justificando los problemas del presente y la tardanza en abordarlos apelando a los errores y agravios del pasado.

 

Porque el tiempo para las descripciones ya ha pasado.

 

Estamos en el tiempo de dar de una vez por todas un paso al frente, enderezar el rumbo e iniciar el camino de la recuperación. 

 

No se trata sólo de un cambio de gobierno. ES UN CAMBIO DE ACTITUD.

 

Y en esa nueva actitud no hay tiempo para polémicas estériles, ni para excusas.

 

Es el momento de buscar y ofrecer soluciones, de atender los problemas reales de los ciudadanos, de cambiar las políticas equivocadas que nos han traído hasta aquí para poder volver a mirar al futuro con esperanza.

 

Porque hay razones, y muchas para la preocupación y, pese a todo, también las hay para la esperanza.

Cambiar las cosas no será fácil.

 

Preservar los pilares de nuestro estado de bienestar (educación, sanidad, políticas sociales), exige tener una idea clara de cuáles han de ser nuestras prioridades y cuáles los gastos superfluos o secundarios que pueden y deben ser eliminados.

Es decir, saber diferenciar lo prescindible de lo imprescindible.      

 

Garantizar que la administración sirva con eficacia a los intereses de los ciudadanos, supone acabar con arbitrariedades y despilfarros y actuar de forma ejemplar, eficaz, responsable y solvente, desterrado favoritismos y caprichos.

 

Y para ello es prioritario equilibrar nuestras cuentas, marcándonos como objetivo la estabilidad presupuestaria y el control del déficit público, como muy acertadamente recogerá a partir de ahora nuestra Constitución.

 

Porque en el aumento desmesurado del gasto público reside buena parte del origen de nuestros problemas y de cómo se enfoque este asunto depende, entre otras cosas, nuestra credibilidad.

 

Credibilidad que tenemos que recuperar si queremos que España sea un país serio y que proyecte confianza.

 

Y en esta reforma constitucional no hay rupturas de consensos ni ataques a las autonomías. Hablamos de actuar con responsabilidad.

 

Porque el objeto de esta reforma no es la distribución de competencias entre las distintas administraciones sino garantizar que las decisiones que se adopten por parte de cualquier administración son viables y sostenibles.

 

Nos encontramos con un estado autonómico que parece que se ha olvidado de su objetivo que no es otro que vertebrar administrativa y políticamente España y acercar la administración del bienestar a los ciudadanos y que en estos últimos años se ha desviado de los presupuestos de eficiencia, racionalidad y rigor financiero que deben guiar su funcionamiento.

 

Las CCAA somos las responsables de desarrollar y gestionar las principales políticas de bienestar, y asegurar su viabilidad económica, y es mediante esta reforma constitucional, es asegurar el futuro de nuestra sociedad de bienestar.

 

Y esa responsabilidad está por encima de  los debates identitarios que no tienen nada que ver con el acierto con el que actuamos hace años al convertirnos en un estado descentralizado y que no pueden anular las ventajas y oportunidades de ser una país grande en Europa.

 

Y son necesarias más reformas, entre otras las que eviten los solapamientos, duplicidades y por tanto la fuerte sobrecarga de gasto público.

 

Austeridad, control de gasto y equilibrio presupuestario.

 

Y tener claro que más no es siempre mejor, que limitar el gasto público no significa recortar el gasto social, sino limitar el gasto de la administración para devolver el protagonismo a la sociedad.

 

Todo lo que puede hacer la sociedad por si misma es mejor que lo haga ella.

 

Es necesario dejar atrás años de absurdos intervencionismos para permitir que la sociedad asturiana pueda desarrollarse, en libertad, todo su potencial y convertir la Administración asturiana en una administración responsable y permeable a las necesidades de nuestros emprendedores y empresarios.

      

Porque la solución de los problemas de Asturias no está en manos de un hombre, ni siquiera de un gobierno o de un parlamento. La solución, la única solución, necesita de la participación de todos los asturianos.

      

Álvaro Flórez Estrada, el autor hace 200 años de la proclama por la que ésta Junta General del Principado se declaraba soberana frente al invasor francés, lo tenía ya muy claro.

 

En su tratado de Economía Política, afirmaba:

 

"Jamás se consiguió ni conseguirá promover la industria en virtud de reglamentos". 

 

Las leyes y los gobiernos, lo sabía bien Flórez Estrada, deben de asegurar a los ciudadanos "el fruto de su trabajo" y, al tiempo, "darles una educación que les habitúe a contemplar el trabajo como origen de todas sus comodidades".

 

Trabajo, esfuerzo, educación, igualdad en el trato, impuestos limitados...No son malos principios para un buen gobierno.

      

Hoy, como entonces, de esta Junta General debiera salir no un rosario de descalificaciones, sino un llamamiento a la unidad y a la esperanza. Una apelación al sacrificio e incluso al patriotismo. Una llamada a la colaboración y al dialogo.

      

Dialogo, no monólogo. Colaboración, no imposición, Unidad, no sometimiento. Esperanza, no vana ilusión. Patriotismo, no patrioterismo...

 

Ese es el compromiso del PP con Asturias y con los asturianos.

 

Esa la mano tendida que, una vez más, ofrecemos. 

 

*INTERVENCIÓN PLENO DÍA DE ASTURIAS 2011 DE LA PORTAVOZ DEL GRUPO PARLAMENTARIO POPULAR DE LA JUNTA GENERAL DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS



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