Greenpeace exige una respuesta política global frente al colapso de los océanos

Greenpeace exige una respuesta política global frente al colapso de los océanos

El impacto de la crisis climática en los océanos tiene graves implicaciones para la biodiversidad y la humanidad y requiere de una respuesta política global urgente en los próximos doce meses, advierte un nuevo informe de Greenpeace, que se publica al mismo tiempo que se celebra la COP25 (la COP azul) en Madrid.

‘La crisis climática y la necesidad urgente de protección de los océanos’ revela que el colapso del mar, debido al uso de combustibles fósiles, se está produciendo a una velocidad vertiginosa y a gran escala, ya que altera la estructura y las funciones de los ecosistemas y provoca el calentamiento del agua, el aumento del nivel del mar y la acidificación y desoxigenación del océano. La vida de entre 100 y 300 millones de personas podría verse amenazada si la crisis de los océanos continúa a este ritmo.

“Los impactos más visibles del cambio climático comienzan y terminan en el mar: la subida del nivel del mar por el deshielo de los glaciares o las olas de calor marinas están provocando cambios en los ecosistemas costeros, un círculo vicioso que está causando profundas alteraciones”, ha señalado Pilar Marcos, responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace: “El cambio climático y la reducción de la biodiversidad marina no pueden abordarse por separado; sin embargo, aún no existen planes multilaterales ni instituciones globales con el poder necesario para gestionar conjuntamente estas crisis gemelas”.

Según el informe, los impactos derivados, que aún se están investigando, serán en cualquier caso generalizados y de profundo calado. A lo largo del próximo siglo, el aumento del nivel del mar desfigurará las costas de numerosos países, lo que puede llegar a triplicar la estimación de la cantidad de personas amenazadas. Casi tres cuartas partes de las comunidades más vulnerables se hallan en ocho países asiáticos, siendo China el más afectado.

Hasta la fecha, dos tercios de los ecosistemas marinos ya se han visto afectados por la acción humana. Algunas cifras: las extensiones de praderas marinas han ido menguando a un ritmo de más de un 10% por década entre 1970 y 2000, mientras que la presencia de corales vivos en los arrecifes se ha reducido casi a la mitad en los últimos 150 años, con un drástico declive registrado los últimos 20 años. Además del cambio climático, la sobrepesca y las prácticas pesqueras ilegales son otra de las principales causas de la destrucción de la vida marina: en 2015, el 33% de las poblaciones de peces ya estaba siendo sobreexplotado hasta niveles insostenibles y un 60% había alcanzado su límite de explotación.

“El océano no es algo que sucede ‘por allí’: es un medio de vida para muchas personas, es la seguridad alimentaria para millones más y es el oxígeno que cada una de nosotras respiramos en este planeta azul”, ha señalado Tatiana Nuño, responsable de la campaña de Cambio Climático de Greenpeace, siguiendo las negociaciones dentro de la COP25: “Unos océanos sanos son fundamentales en la lucha contra el cambio climático, pues son el mayor sumidero natural de CO2, además de ser reguladores esenciales de la temperatura global para hacer la Tierra habitable”.

 

2020, el año definitivo

 

 

El informe insta a la acción coordinada de los gobiernos, aprovechando algunos momentos clave que van a tener lugar el año que viene y que constituyen una “ventana de oportunidad única” para abordar el colapso climático, la pérdida de biodiversidad y la protección de los océanos a escala mundial. En concreto, la organización ecologista pide a los gobiernos más ambición con sus objetivos nacionales para que sus emisiones de gases de efecto invernadero se reduzcan a la mitad en 2030 en la cumbre climática en España y en la del año que viene en Reino Unido, la aprobación de un Tratado Global de los Océanos en la ONU para finales de 2020 y el compromiso de proteger el 30% de los océanos a través de una red de santuarios marinos, también en la cumbre del Convenio sobre la Diversidad Biológica en China en octubre de 2020.

Esta red ayudaría a los ecosistemas marinos a ser más resilientes y resistir mejor los cambios rápidos, así como a mitigar la crisis climática al salvaguardar la capacidad de los océanos de almacenar carbono. El informe señala que los ecosistemas oceánicos se encuentran en la primera línea de los impactos climáticos y recomienda a los gobiernos las áreas prioritarias para ser protegidas: los dos polos del Ártico y la Antártida; algunas zonas críticas para ballenas, arrecifes de coral, manglares y praderas marinas; el mar de los Sargazos; la zona mesopelágica y el océano profundo que, según el informe, debe permanecer fuera de los límites de la emergente industria minera de fondos marinos.

Este informe ve la luz al mismo tiempo también que los gobiernos mediterráneos se reúnen en Nápoles para la Conferencia de las Partes (COP) de la Convención del Mediterráneo de Barcelona, donde Greenpeace ha puesto en marcha una estación costera para monitorear el aumento de las temperaturas en el mar Mediterráneo, un punto crítico para los impactos climáticos. Un Tratado Global de los Océanos de la ONU incrementaría la capacidad de acción de los gobiernos mediterráneos para proteger la vida silvestre oceánica de los impactos acumulativos de las actividades extractivas y el colapso climático.

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