La decadente prensa actual

Un semiólogo es una persona  que olfatea palabras mientras se siente satisfecha de  lo que hace.   

 

Eso le sucedía a Umberto Eco, el admirado  profesor de  la Universidad de Bolonia, autor de libros reflexivos y de novelas esotéricas, una de ellas “El nombre de la rosa”, que nos deleitó con las acciones detectivescas del fraile Guillermo de Baskerville, una especie de Sherlock Holmes del siglo XIV. Eco  poseía una inteligencia excepcional. Triunfó en televisión, prensa y en cada uno de sus libros, y como humanista,  sus opiniones gozaban de un sustento respetable que  uno, lego  en muchas materias, pero embelesado por ellas, bebía en cada una de sus fuentes.   

 

El “professore” siempre enunció  considerables razonamientos y, uno  de ellos, se basaba en que los periódicos se habían convertido en unos monstruos insoportables, llenos de páginas que no dicen nada, mal escritos,  y faltos de algo primordial a la hora de informar: sentido común. Cuando  se le preguntó cual era su diario ideal, respondió: - Siempre recuerdo la historia del “Fidji Journal”. En 1990 me encontraba en la isla de Fidji. Allí circula un tabloide de ocho páginas. Cuatro son de publicidad, dos de eventos locales – por ejemplo, el nacimiento de una vaca con dos cabezas – y dos de informaciones internacionales. Ese día comenzaba la guerra del Golfo. A través de ese pequeño diario,  yo supe todo lo que era necesario saber sobre el tema. Lo importante estaba en dos páginas. Mi sueño es un “Fidji Journal” en cada país.  

 

Eso entre nosotros  sería imposible. Los domingos, por ejemplo, los periódicos españoles le llenan a uno de pliegos inservibles de todo tipo y “cuerpos” de relleno, y uno, calmosamente,  lleva a casa toda esa bazofia. Los diarios, salvo honrosas excepciones, se han convertido en una industria más, insensible a las preocupaciones cotidianas del lector y con intereses políticos y financieros muy marcados. El lector es un número hacia el cero.  

 

Si algo ha evolucionado desde mis años jóvenes  trabajados en pequeños diarios de provincias, es el periodismo, pero no ha mejorado en  calidad. Los rotativos son cada vez inferiores, y sobre ese aspecto, Umberto Eco poseía una respuesta: “Como la noticia ya fue dada por la televisión el día anterior, a los periódicos sólo les queda repetirla. Podrían profundizarla, pero suelen alargarla, redundándola a lo largo de  sus páginas.”  

 

El italiano narraba un ejemplo de hace años  que ocupó miles de páginas durante meses y que es bien conocido, pero que representa lo que vamos a exponer: El caso de la  becaria de la Casa Blanca Mónica Lewinsky. En todos los diarios aparecía el título en primera página. En la segunda, un artículo cuenta las reacciones de Clinton. En la tercera, una entrevista al fiscal Kenneth Starr. Y en la cuarta, las reacciones de Washington y Wall Street. Y añade el admirado maestro:  “Parece una profundización, pero no lo es. Al final, la verdadera noticia se agota en la primera página”.

 

¿Se puede negar que ese empapelamiento no representa a la mayoría los periódicos de hoy?        



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