Hasta siempre, Barry, amigo

La madrugada me sorprende con la triste nueva de que el desgaste inexorable de la vida puso término ayer a la de Barry, José Luis Barril, con sólo 68 años de edad. También se fue ayer el fundador de Apple, pero yo a ese buen señor no lo conocía de nada y a Barry sí. Tuve la oportunidad, más intensa durante pasadas décadas en que José y yo éramos más jóvenes, de compartir muchas conversaciones, viajes, homenajes gastronómicos, alegrías y también sinsabores, porque en la intensísima actividad desplegada por este paisano animoso y luchador infatigable, capaz de abarcar docenas de frentes a la vez, no todo fueron alegrías.

 

Ahora se abre un hueco en mi agenda, la de los amigos en el corazón, no la de de papel. E inesperado, porque aunque ví a Barry pachuchín en varios momentos, últimamente pensé que estaba estable. No era así, y lo lamento. Pero de Barry me queda un hermoso recuerdo. El de millones de sonrisas compartidas, el de tantos guiños de complicidad, el de tantas cosas de la vida y la conducta humana en las que estábamos de acuerdo, de comidas tan agradables, en Oviedo, en Siero, en Gijón, en Santiago, en..muchos lugares cuyo nombre, al final, es lo de menos. En definitiva, el recuerdo imborrable de su amistad y su humanidad.

 

De su trayectoria empresarial ya escribí muchas veces el pasado. Nada nuevo creo que tenga que añadir, salvo algo tan simple y tan grande como que supo crear una empresa, consolidarla, adaptarla a los tiempos cambiantes, capitalizarla y legársela a sus hijos, Ivan y Carla, a quienes, como a su madre, Encarnita,  desde aquí les envío un fuerte abrazo, solidario con la pena por la pérdida de su padre y compañero, respectivamente. Ahora toca hablar del amigo, y eso eso es lo que hago.

 

Barry, amigo. Dicen que mientras permaneces en el recuerdo de quienes te quisieron, a quienes quisiste, no mueres, no plenamente. En mi caso, así es. Así será. Hasta el reencuentro, un fuerte abrazo de tu amigo Nacho.



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