La artista avilesina Patu Inclán abre su nueva exposición, “Ceremonia”

La artista avilesina Patu Inclán abre su nueva exposición,  “Ceremonia”
  • Permanecerá abierta al público, de lunes a domingo, hasta el 30 de noviembre

 

Avilés.-Mañana miércoles,  8 de noviembre, a las 19.00 horas, se inaugura una exposición de pinturas de la artista avilesina Patu Inclán, que podrá visitarse en la sala de exposiciones de la casa Municipal de Cultura hasta el 30 de noviembre, de lunes a domingo.

 

Adjuntamos información sobre la pintora  y reseña de la muestra realizada para la ocasión de por el crítico LUIS FEÁS COSTILLA:

 

Patu Inclán (Avilés, 1978) cursó Bachillerato Artístico en la Escuela de Arte de Oviedo, Bellas Artes en la Facultad correspondiente de la Universidad de Salamanca –por la que es licenciada en la especialidad de pintura– y el máster Teoría y Práctica de las Artes Plásticas Contemporáneas en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid.

 

Habitual al principio en certámenes de pintura rápida, obtuvo en el nacional del Parque del Buen Retiro de Madrid el Premio Banco Santander Central Hispano.

 

Fue seleccionada –y en algunos casos distinguida– en los Premios de Pintura Tomás Luis de Victoria de Salamanca y Winterthur de Burgos, Certamen de Dibujo Daniel Martínez Pedrayes de Avilés, Bienal Nacional de Pintura La Carbonera de Langreo y Certamen Nacional de Arte de Luarca, entre otros.

 

En 2010, con el título Pasajes, expuso en la Galería Octógono de Avilés los últimos coletazos de su producción paisajística junto a una serie de hechura e iconografía (gatos y palomas) premonitorias de los contenidos de su exposición actual, que ya permiten reconocer un cuajo personal claro.

 

Ritos de paso

Por LUIS FEÁS COSTILLA

 

Patu Inclán hace su presentación en público con el ceremonial que le corresponde, siguiendo sus propias reglas y un protocolo muy estricto del que sólo ella es enteramente consciente. Desde que se licenció en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca se ha tomado las cosas con calma, pues el arte y la pintura son asuntos muy serios y más vale no precipitarse.

Para adquirir el coraje suficiente ha necesitado realizar algunos ritos de paso en los que ha puesto en juego el alma y el corazón y todo parece indicar que la espera ha merecido la pena. Sabíamos de ella por unas pocas pinceladas, presentadas a concursos y premios y que nos hacían intuir su talento para el dibujo y la mancha, pero la corroboración es aún más plena y en su segunda exposición individual se la ve ya como una pintora madura, a pesar de su juventud. Es cierto que todavía muestra algunas dudas, como en el tratamiento a veces un poco acartonado del empaste y la textura, si bien en todo lo demás se muestra por lo general confiada, convertida en un valor seguro por el que hay que apostar.

 

Su pintura tiene algo de dramática y doliente, o teatral, como la propia artista considera, pero no en el mal sentido de la palabra, sino con toda la fuerza catártica que Aristóteles atribuía a la tragedia. Para el pensador griego, la catarsis permite que el espectador se purifique al ver sus pasiones proyectadas en los personajes de la obra y dejándole experimentar su castigo o su recompensa. En el caso de Patu Inclán, la purificación es personal y sincera y por eso no se puede decir que sea teatral en el sentido de ficticia o impostada, sino simplemente poderosa en su puesta en escena. Los espectadores advierten que en sus cuadros se cuenta algo, que hay personajes y desarrollo, aunque los protagonistas sean siempre ella misma y su entorno (su “familia”, como la pintora llama a sus gatos y animales). Los relatos quedan inexplicados pero el público más cultivado puede entrever las conexiones con los ensayos autobiográficos de Gerald Durrell o con La isla del Doctor Moreau, con sus amigos y parientes convertidos en entrañables (y entrañadas) bestias domésticas y la propia artista transformada en un San Sebastián acribillado, una Catwoman, un pelele roto o una Caperucita junto a su lobo, a pecho descubierto. Y se percata de que las telas están muy trabajadas y estupendamente pintadas, pues su autora sabe que la redención de toda culpa sólo puede venir del sacrificio y el esfuerzo continuados.

 

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