Un ovetense inmortal

Este periodista que les escribe es desde el mediodía un ovetense inmortal al haber descubierto el alcalde Agustín Iglesias Caunedo la placa que da mi nombre a una nueva calle al final de la zona de La Florida, camino de Las Campas. Fue un acto sencillo y emotivo al que asistieron muchos amigos de diversas clases y estratos sociales. Colegas como Orlando Sanz, Miguel Rama, José Luis Poyal, Carlos Cristos y Melchor FernándezDíaz, políticos como el diputado de Foro Enrique Alvarez Sostres, la portavoz del grupo municipal de Foro Patricia Díez Isla acompañada de su compañero de partido el tambien concejal Juan Jesús Pérez Zaldivar; el concejal de IU Emilio Huerta ”Triqui”; los del PP, Gerardo Antuña, Alfonso Pereira, Belen Fernández, Covadonga Díaz, Trinidad Ordiz, Jaime Reinares y José Ramón Pando, así como los concejales no adscritos Jose Antonio Donate y Pedro Manuel Fernández.


A riesgo de olvidarme de muchos no puedo por menos que agradecer la presencia de los socialistas Antonio Masip, José Antonio García Casal “Piti” y Francisco Corte y del cardiólogo Ajo González, gran amigo y hermano del que fue también un gran doctor, Macano, que como era de justicia ya cuenta con una calle a la entrada del nuevo HUCA. El Ochote de la Fresneda puso la nota musical bajo la dirección de José Luis Colubi y con voces como las de Ramón Camino y Víctor Lobo que ya están para debutar en el Teatro Campoamor. No faltó tampoco Javier Vidal, Manuel García Bernardo “Cuqui”, el psicoesteta Ramiro Fernández, Agustín Antuña y Manolo Louzao llegados de Gijón, los empresarios Amalio García y Manolo Cósmen, el ex alcalde de Morcín José Antonio Martínez Allende, el profesor Marcial, Chus y Julio de la Universidad, Carlos Alvarez Barbao, antiguo compañero de HUNOSA, y la mayoría de los miembros de la peña “El Urogallo” que me honro en presidir desde hace años. En definitiva ya soy un ovetense inmortal y que todos los veamos durante muchos años.

 

Abrió el acto el alcalde Agustín Iglesias Caunedo cuyas palabras fueron:

Muy buenas tardes.

Hace muy poco tiempo estuvimos aquí, a muy pocos metros, inaugurando la calle de Orlando Sanz.

Hoy nos reunimos para rendir tributo a Luis José de Ávila, otro gran periodista y enorme persona.

Tengo la convicción de que con estos actos, y con los que celebraremos en los próximos meses para reconocer a otros ilustres ovetenses, estamos llevando al callejero de Oviedo, lo que es tanto como decir al DNI de Oviedo, el homenaje que merecen un grupo de ovetenses de nacimiento o de devoción que han tenido la clarividencia y la fortaleza de ser grandes profesionales y mejores personas sin perder el compromiso con su ciudad y con sus vecinos.

Es un reconocimiento merecido.

Y es un reconocimiento sentido.

En Oviedo tenemos mucha historia llena de hechos gloriosos, pero la más emotiva y sentida, la más cercana y viva, se escribe con nombres propios.

Seguramente si ahora le preguntamos a Ávila, podría hablarnos de un sinfín de ovetenses que hicieron historia de Oviedo sin trascender de sus barrios o de su trabajo o de su tertulia.

Es la historia que a Ávila siempre le ha gustado contar: la historia de las personas, con sus matices pequeños y cercanos, y sus intrincadas relaciones, que en una ciudad como Oviedo unen a cada uno con una inmensidad de gentes.

De hecho, siempre he creído que para Ávila lo importante son las historias y las personas, más que las noticias que puedan protagonizar.

Y que, para él, lo importante es contar la historia, no escribirla al uso.

Por eso confieso que cuando le escucho y leo pienso en el hablador, aquél contador itinerante de historias que Mario Vargas Llosa creó y que perpetuaba la historia de su pueblo narrándola de viva voz.

No somos la tribu Machiguenga, ni estamos en la Amazonia peruana, pero estoy seguro de que, como guardián y narrador de historias, Ávila tiene más acontecimientos y más nombres que contar que el hablador peruano.

Y, sin duda, mucho más interesantes.

Hombre de memoria prodigiosa, Luis José de Ávila ha protagonizado, y lo sigue haciendo desde su blog, una forma distinta de hacer periodismo, porque en él siempre ha estado presente la dimensión humana de los protagonistas y de las noticias.

En su historia profesional no hay narraciones frías, porque su estilo, muy personal, impone otras pulsaciones para dar calor humano a la realidad.

Y ese mismo estilo lo aplica en todos los órdenes de su vida.

Conozco a muchas personas que han trabajado con Ávila, pero no conozco a nadie que me haya dicho, no ya una mala palabra, sino, simplemente, una pequeña crítica hacia su persona.

Y eso dice mucho de él.

Creo que el periodismo y la política son las dos caras de una misma moneda, porque ambos viven pegados a la realidad, en su vertiente más ácida y competitiva.

Y en esa moneda es muy difícil generar unanimidades.

Conseguirlo, como ha hecho Ávila, sólo está al alcance de quienes saben vivir y trabajar, brillar y trascender, con una gran capacidad y sabiduría, respetando a los demás y siendo muy buena gente.

Oviedo tiene más deudas pendientes con Luis José Ávila.

De hecho le debemos desde el año 2008, como a todos los que participaron en la Comisión de la Memoria Histórica, la Medalla de Bronce de Oviedo.

Afrontaremos también esa deuda, pero creo que hoy ya hemos dado un paso importante para llegar al corazón y al sentimiento de este ovetense de cuna y de pasión al que todos queremos, respetamos y admiramos.

En momentos de incertidumbre, de desasosiego e, incluso, de desorientación, como los que hoy vive nuestra sociedad, es cuando hay que aferrarse a las convicciones y a las enseñanzas de quienes han construido lo mejor de esta ciudad, de esta región y de este país.

Es innegable que estamos comenzando a vivir unos nuevos tiempos y también lo es que estamos obligado a generar nuevas formas de hacer en todas las esferas de nuestra sociedad, desde la política al periodismo, pasando por la economía, la cultura y todas y cada una de las áreas de nuestra realidad.

Y creo sinceramente que en Oviedo, entre todos, con el compromiso de todos, lo estamos haciendo.

Y lo estamos haciendo porque seguimos las mejores enseñanzas de ovetenses como Ávila.

De personas como él, como buena parte de los amigos que hoy nos acompañan, hemos recibido la enseñanza más importante: poner a Oviedo en primer y único término.

Por eso digo siempre que mi partido es Oviedo y que mi ideología es Oviedo

Creo que es el mismo partido en el que militáis todos vosotros. Y desde ese partido y desde esa ideología debemos asumir el compromiso de luchar para que no se someta el futuro de Oviedo a los vaivenes de la incertidumbre y la improvisación.

Porque con esta ciudad no se puede jugar.

Muchas gracias, Ávila, por enseñarnos a estar al servicio de Oviedo y de los ovetenses.

Esa será siempre nuestra bandera.

Gracias”.

Seguidamente tuve el honor de descubrir la placa en su compañía y con la emoción apenas contenida dije lo siguiente:

“Señor alcalde de Oviedo; amigas y amigos:

Es para mi un honor y una satisfacción asistir hoy a la inauguración de esta magnífica calle que llevará mi nombre, lo que sin duda agradezco a la corporación municipal y a la Asociación de la Prensa de Oviedo que fue quien en un principio la propuso.

Esta zona es un Oviedo nuevo tan distinto al que era en mi infancia, allá por la década de los 50, cuando en verano salía de la calle de San Bernabé para ir andando camino de Brañes en compañía de las lecheras para estar con mi abuelos. Todo este entorno eran prados asilvestrados y para mi tenía un encanto mágico pasar junto al boquerón de Brañes aunque que, la verdad, nunca me atreví a entrar en tan impresionante cueva.

Ahora este moderno Oviedo nos muestra unos viales atractivos siendo para mi un orgullo que mi calle, esta calle, esté rodeada de otras que llevan nombres de colegas y amigos inolvidables como José Vélez, Orlando Sanz, José Manuel Nebot, Luis Martínez Noval, Juan Alvarez, Carmen Ruiz-Tilve, etc.

Nací un 6 de agosto de 1945 en la clínica San Cosme de don Paquito en la calle de Asturias, un extraordinario médico, especializado en traumatología y que hizo para bien de la medicina asturiana y española una gran labor junto a su colega don Vicente Vallina, el médico de los mineros.

Nací, por tanto, un lunes en un cálido día de verano. Ese mismo día nacieron otros tres ciudadanos en nuestra ciudad. Fue el día de la bomba atómica sobre Hiroshima. Por tanto llevo viviendo en mi querida ciudad de Oviedo 25.296 días. Y para un ovetense es importante a la hora de presentar balance decir que salvo algún pequeño periodo vacacional he estado todos esos miles de días en mi ciudad trabajando, por suerte nunca me faltó, desde hace 50 años en el periodismo y fomentando la amistad y el asturianismo en sus múltiples facetas.

Estudié en Los Dominicos y en la Universidad de Oviedo. Hasta tuve suerte de poder realizar los estudios de periodismo a distancia, esto es, sin abandonar Vetusta. En Los Dominicos estuve en compañía de destacados ciudadanos y mejores amigos como Antonio Masip, Graciano Noriega, Andrés Tresguerres, Juan Luis Rodríguez Vigil, Enrique Roza, Rafael Sariego, Pérez, Otonín, Fernández Peña y muchos más con los que aún hoy me reúno en vísperas de Navidad para recordar aquellos tiempos.

Por razones que nunca supe a los 17 años me surgió la vocación periodística dando los primeros pasos en el diario Región a las órdenes de mi primer maestro, el inolvidable Ricardo Vázquez-Prada. La redacción estaba compuesta por gente mayor y de ella aprendí mucho. ¡Cómo no acordarme de Eduardo García Marqués, Julio Ges, Segoma, Magadan, Merceditas Cabal Valero, Víctor Gasch, José Antonio Cepeda, Toño Crovetto, Florencio Sierra y de Tino y Mesories que por fortuna aún viven!.

Miguel Rama, otro excelente periodista, y yo éramos en aquellos años el terror, en el buen sentido de la palabra, de aquella redacción. Nunca agradeceré bastante la paciencia que tuvieron con nosotros y la confianza que depositaron en nuestra incipiente labor periodística.

Las oportunidades profesionales me llevaron luego a La Voz de Asturias donde tuve a otros dos maestros, el director José Díaz Jácome, un poeta de Mondoñedo con gran sensibilidad cultural, y el redactor jefe Manolo Paredes, un todo terreno que conocía esta ciudad y a sus personajes mucho mejor que los conozco yo a estas alturas. De allí, en los últimos años de franquismo, salimos una saga de periodistas punteros como Ceferino de Blas; Lorenzo Cordero; Melchor Fernández Díaz; José Manuel Vaquero; José Luis López del Valle; Juan Ramón Coronas; Ramón Sánchez-Ocaña; Javier Ramos; Joaquín Manasé y otros más.

Curiosamente debo ser el único caso del periodismo asturiano en que comenzando como plumilla en Región y en La Voz de Asturias a lo largo de distintas etapas llegué a ser director de ambas publicaciones, lamentablemente hoy cerradas aunque no me tocó pasar por semejante trance.

En 1972 la Universidad de Oviedo se moderniza y su primer gerente, José Fernández Vega, propone al entonces rector José Caso fichar a un jefe de prensa lo que hacen proponiéndomelo a mi. Ahí comenzó una etapa interesante. Me hice funcionario por oposición y estuve 3 años con Caso, 9 con Teodoro López-Cuesta y uno con Alberto Marcos Vallaure. En la Universidad traté con gente interesantísima como fueron el gerente José Luis Alvarez Barriada y los secretarios generales Luis Sánchez de la Torre, ya fallecido, Francisco Sosa Wagner y Leopoldo Tolivar Alas. Precisamente Paco Sosa presidió el tribunal de mi oposición ante un paraninfo lleno de funcionarios y colegas expectantes ante mi actuación. Me cayó en suerte los temas fungibles y solté un rollo de los buenos. Al final, Sosa Wagner, con la sorna que le caracteriza, me dijo; “Bueno, Avila, usted no llegará a ministro de Hacienda pero le damos un cinco”.

Tras retornar a La Voz de Asturias como director tras la compra por el grupo Zeta, tres años después, decepcionado no solo con la empresa sino también con ciertos políticos influyentes, acepté fichar por HUNOSA cuyo presidente por aquel entonces, Juan Pedro Gómez Jaén, me valoraba mucho. Y allí, en la empresa minera a la que siempre llevaré en mi corazón, estuve 16 años a las órdenes no solo de Gómez Jaén, sino también de Eduardo Abellán, Luciano Covelo y Luis Tejuca.

Por alguna razón miseriosa del destino la minería siempre estuvo ligada a mí historia. En 1956 mi padre era funcionario del Fielato en Santander y el régimen decidió suprimir aquel servicio de la post guerra. Mi padre retornó a su tierra, Oviedo, -mi madre también era ovetense-, y se metió a explotar un chamizo, Mina Las Pepas, en Ricabo (Quirós), medio arruinándose. Menos mal que por aquel entonces ENSIDESA comenzaba a construirse y allá entró el buen hombre como administrativo hasta su jubilación.

Al haber vivido mis 69 años en Oviedo he visto evolucionar con todo detalle la capital de Asturias ya que además toqué todos los palos de la profesión, incluidas la crónicas municipales y deportivas. Siendo un guaje conocí al alcalde Valentín Masip, traté algo a Fernando Beltrán Rojo y luego ya, en plan profesional, a Antonio Rico de Eguibar, Manuel Alvarez Buylla, Félix Serrano, Eloína Suárez, la única mujer que ha llevado en nuestra ciudad el bastón de mando y a quien le tengo un gran aprecio, Luis Riera, Antonio Masip, Gabino de Lorenzo y ahora el actual, Agustín Iglesias Caunedo.

Política aparte creo que Oviedo ha tenido suerte con sus corporaciones en esta etapa moderna. Nuestra ciudad está reconocida hoy a nivel internacional por sus muchas cualidades comenzando por la limpieza y su fuerza cultural. Por supuesto que hay asignaturas pendientes pero no les queda duda, amigos y amigas, que aquí o en el futuro allí, desde las praderas de Manitú, siempre intentaré que Oviedo siga presente en mi espíritu.

Estimado alcalde, gracias por esta calle que me inmortaliza. Ser de Oviedo es un orgullo y además contar con una ovetense colega, hoy Reina de España, motiva mucho más.

Y por supuesto no puedo terminar estas sentidas palabras sin una alusión a mi esposa, doña Pilar y a mis dos hijos, Pili y Oscar, todos carbayones ejercientes y, por fortuna, residentes en la capital.

Gracias a todos, incluidos mis amigos de la peña “El Urogallo”, por haberme acompañado en esta ocasión irrepetible y que, por supuesto, marca un antes y un después en mi vida.

Muchas gracias y un abrazo”.



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