Rascando el euro

La crisis y la picaresca recaudatoria están provocando un curioso efecto en nuestro cada vez más tocado estado del bienestar. Y es que no solo ya se percibe con mayor intensidad el afán recaudatorio de las distintas administraciones -copago, impuestos, etc.- si no que públicos y privados esfuerzan su imaginación por rascarnos los euros del cada vez más vacío bolsillo, de ahí que que por una vez, sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con la crítica que el vice secretario de comunicación y fomento de Foro Asturias Juan Vega acaba de hacer en el concejo donde reside, Proaza, a la Fundación Oso por comenzar a cobrar dos euros a cada visitante que quiera ver a través de la reja a Paca y Tola, ahora confinadas en un pequeño recinto que me recuerda mis tiempos de guaje cuando Petra y Perico estaban enjaulados en pleno centro del ovetense campo de San Francisco. Juan Vega denuncia también el lamentable estado de instalaciones que dependen de dicha Fundación ahora dirigida por Carlos Zapico, un socialista que mandó mucho en Gijón, en la época dorada de Vicente Alvarez Areces, y que al ir cayendo en el ranking de las influencias fue recompensado con esta dirección sin haber visto, supongo, hasta ahora un oso en su vida.

 

 

A la Fundación Oso le tengo mucho cariño porque estuve años atrás como directivo de la misma en representación de la empresa HUNOSA. Eran los tiempos en que el Barón de Grado la presidía siendo directora la bióloga María José Suárez Barcena y teniendo a patronos importantes que desencantados han ido en los últimos años desligándose de la fundación. Otro nuevo impuesto recaudatorio es el que les está dando por aplicar a los ayuntamientos con playas en base a cobrar uno o dos euros por aparcar en fincas colindantes a la arena. Hasta la Asociación Amigos de Cudillero, apretada por el recorte de subvenciones y desaparición de patrocinadores, tuvo ayer noche que pasar la mano a los 500 asistentes a la Amuravela de oro ofreciendo lotería de navidad con un recargo de tres euros en décimo. La crisis aprieta tanto que los pobres senegaleses que ofrecen sus productos establecimiento por establecimiento al pasar día tras día y no vender nada te susurran al oído lo que jamas habían hecho, pedirte una limosna para poder comer. Terrible. España es un país con una constitución joven en la que se fijan y dan esplendor dogmas como los que todos tenemos derecho a una vivienda digna así como a trabajo dignamente retribuido, por poner dos ejemplos, algo muy lejos en estos momentos de miles de ciudadanos. A los políticos se les hincha el papu hablando de crear empleo pero en general sus iniciativas, con nuestro dinero, dejan mucho que desear. Solo hay un camino, con el restablecimiento del crédito bancario, que es mimar y alentar al empresario, al emprendedor pero esta clase, que tiene que ser la columna vertebral de nuestro país, continúa muy denostada en ambientes políticos y sindicales.

 

 

Estos días sigo de cerca por razones de amistad el nacimiento de un joven emprendedor, Bruno Castañón, que además de estudiar con aplicación la carrera de Empresariales va a inaugurar el próximo sábado en la calle de Joaquín Bobela, junto a la sala de fiestas Stilo, el Cafe 7 creando tres puestos de trabajo además de su responsabilidad como propietario. El chico, despertando a la vida empresarial, se muestra sorprendido por la cantidad de gestiones y papeleo a tramitar. Se que el actual gobierno de Mariano Rajoy intenta simplificar trámites a los empresarios que pongan en marcha nuevos negocios, especialmente si son los autónomos, y en el oído tengo también la cancioncilla de la ventanilla única que por lo visto un buen día hace años se instaló en la Cámara de Comercio, pero la realidad, como me cuenta este espabilado chaval, es dura lo que, afortunadamente es propio de la juventud emprendedora, no le echa para atrás.

Lo cierto es que pese a a la crisis y el incremento de impuestos sobre el alcohol los hosteleros se resisten a tirar la toalla aunque los hábitos sociales estén cambiando de manera que salvo los fines de semana la noche en nuestras ciudades esté muerta. Al paso que vamos apostaría que a no tardar mucho tendremos que pagar por encender el televisor en casa y no me refiero a la energía eléctrica que consume



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