Democracia criolla

Fidel Castro,  durante los primeros meses, ocupa el cargo de Primer   Ministro. Reitera no ser marxista, pero  comienza a estar por encima de los partidos políticos. La libertad y la justicia, expresa, son su meta. “Soy un revolucionario”, dice. Habla durante horas de la reforma agraria, la toma de latifundios, la reducción de alquileres, nacionalización de las empresas básicas, la suspensión de toda propiedad privada, creación de milicias populares,  el nacimiento de un nuevo socialismo con un plan profundo para hacer, por medio de la educación escolar y universitaria, el hombre nuevo

 Aún con todos esos hechos encaminados hacia una misma dirección totalitaria, Fidel seguía machacando que jamás se embarcarían en la barcaza del marxismo.

 En abril de 1959, con motivo de su primer viaje a los Estados Unidos invitado por los dueños de los grandes medios de comunicación,  expresó, y es histórica referencia:

“El problema terrible de nuestra época es que el mundo debe elegir entre capitalismo que hace padecer hambre al pueblo, y el comunismo que resuelve los problemas económicos, pero suprime las libertades. El capitalismo sacrifica al hombre. El Estado comunista, por su concepción totalitaria de la libertad, sacrifica los derechos del hombre. Por ello, nosotros no estamos de acuerdo ni con uno ni con el otro. Nuestra revolución es una revolución cubana autónoma. Es tan cubana como nuestra música”.

  Han pasado 50 años y Cuba es la única nación del hemisferio occidental con un gobierno  socialista controlado por un solo hombre – mas su hermo -, mientras el pueblo no goza  de ningún derecho democrático.

Llegar a ese punto ha sido paulatino. Primero una medida y después otra. En poco tiempo, las Organizaciones Revolucionarias Integradas se convierten en el Partido Comunista. Se forma la  Asamblea Popular, los Comités de de Defensa de la Revolución y la Unión de Juventudes.



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