El escritor y la mascota

¿Algo que decir? Nada, salvo que ha llegado el otoño. Este año, el otoño empieza a últimos de julio. Para mí con la desilusión de un dolor de muelas adicional. Frescacho en la calle y el FC Barcelona ha fichado al primer chileno de su historia. Extremo, rematador, algo chupón, dicen y goleador, en brasileño, goleiro. Los periódicos, según qué leas, dicen, primera página de uno, que los europeos han decidido salvar la economía griega, última página de este mismo o de otro: que dejará de haber crisis cuando dejemos de hablar, no sé si de la o de las crisis. Me recuerda el cuento del alcohólico y el cocodrilo, que me contó en alguna ocasión Angel González. Angel era poeta, pero sabía contar cuentos y lo hacía con gracia singular. En pocos trazos, éste era un escritor alcohólico que paseaba por París con una mascota. La mascota era un cocodrilo. Al cocodrilo se le apetecía ir aquí y allá, siempre, se quejaba el escritor, para asustar a la gente. Cansado, tras de diferentes vicisitudes, el escritor se enfrena a su mascota y le dice: o te comportas adecuadamente o dejo de beber y desapareces.

Como la crisis, por ensalmo, acudiendo al acreditado sistema del avestruz, que me temo no funcione.

La otra noche, viniendo de Madrid con toda Castilla al sol, pasamos el Negrón y salimos a la entreniebla, con un súbito escalofrío. Y así sigue la cosa. El sol no sale, se asoma por los agujeros del algodón de las nubes, toda una sinfonía de grises interpretada con arrebatos que convierten el cielo en caprichosas obras de arte.

Cae como granizo un nuevo decreto de medidas se supone que urgentes, que van, pronostico, a dar más de un quebradero de cabeza, con la puesta al día de la vigilancia de rehabilitación de viejos inmuebles. Los copropietarios de los inmuebles más viejos, agrupados en heterogéneas familias a veces tan peculiares como resultan algunas comunidades de vecinos, además de sus inevitables goteras, habrán de sobreponerse a las crisis, innombrables para ver si dejan de estar ahí, sacar de las alcancías sus ahorros y echar una mano a los artesanos y artistas de la construcción, que todavía no han explicado lo que hicieron con los cuartos de las vacas gordas.

Damos otro paso admirativo hacia el derecho anglosajón y se encomienda ahora la investigación del crimen al ministerio fiscal. ¿Acabaremos pareciéndonos a Perry Mason, Hamilton Burger y Della Street?

Rodeado, lamento tener que repetir que de muchachas en flor, que ahora las cortan como las rosas, con el tallo de sus piernas largas, para que hagan mejor florero, también me pregunto lo que dirían nuestros bisabuelos, desojados para tratar de atisbar algún tobillo cuando las bisabuelas se subían a las calesas, si ahora mismo uno de ellos se pudiera sentar, redivivo por una mañana o una tarde, en un banco del parque, a pleno sol, en este soto carnal, todavía sin sol, del verano.

Para no perder la costumbre, orballa. Cuando llueve y hace sol, canturreaba siempre la abuelina, andan las brujas alrededor.



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