“Nos faltan donantes de sangre para dejar de importar plasma de EE UU”

“Nos faltan donantes de sangre para dejar de importar plasma de EE UU”

SINC // LAURA CHAPARRO

 

En el Día Mundial del Donante de Sangre, Martín Manceñido (1946, Valdefuentes del Páramo, León), presidente de la Federación Española de Donantes de Sangre, se muestra preocupado porque la cifra de transfusiones está comenzando a descender. El pesimismo generado por la crisis, la falta de recursos económicos y la escasa visibilidad del donante impiden que España llegue a la autosuficiencia en donaciones.

 

¿Cuál es el balance de las donaciones de sangre de 2010 en España?
Hubo 1.816.000 transfusiones, lo que representa 38 donantes por cada 1.000 habitantes. Esta cifra ha sido ligeramente inferior a la del año anterior, que a su vez fue más baja que la de 2008. Lo que nos preocupa no es el descenso en sí, sino que sea una tendencia. También está ocurriendo en otros países del entorno como Italia, Francia y Portugal.

 

¿A qué se debe esta incipiente tendencia?
La percepción de la crisis genera un clima de preocupación que impide a las personas ocuparse de la solidaridad. También hemos comprobado esos descensos cuando acudimos a empresas a que los trabajadores donen sangre. Por ejemplo, en Álava visitábamos cerca de 30 instalaciones, pero con los ERE se ha perdido esa práctica. Esta disminución también puede ocurrir por razones climatológicas. Cuando llueve mucho caen las donaciones porque la gente no sale a la calle.

 

Parece que no está muy ‘de moda’ donar sangre. ¿Es una percepción errónea?
Es una percepción correcta. Somos 2.160.000 donantes activos en España y hemos donado 1.816.000 en 2010. Todas estas personas estamos concienciadas. ¿Cuál es el problema? Que necesitamos mayores apoyos desde el punto de vista divulgativo y de sensibilización. Parte de los motivos del descenso es la carencia de recursos. No ha habido convocatorias que permitan llevar a cabo campañas como las que llevábamos haciendo todos los años.

Tampoco hay muchas iniciativas en las redes sociales para atraer a la gente joven, como la campaña jo tinc sang en Cataluña.
Se lanzó el año pasado para reforzar el Día Mundial pero fue muy puntual. Apenas tuvo eco en el resto de España, e incluso en Cataluña, a pesar de la campaña, hubo un descenso en las transfusiones de 2010. En cuanto a que esté o no de moda, yo creo que se podría evitar el efecto coyuntural si las campañas fueran sostenibles en el tiempo.

 

¿Cuál es el perfil del donante de sangre?
Es muy variado y resulta prácticamente imposible definirlo porque los hay en todos los tramos de edad. El más numeroso está entre los 30 y los 45 años. El problema es que estamos pagando ahora la crisis demográfica de los años 80. El consumo aumenta porque la gente envejece y hay multitud de enfermedades susceptibles de ser tratadas con productos sanguíneos o plasmáticos. Por tanto, una de dos: o reponemos o no salimos de esta situación. Las consejerías de Sanidad de las Comunidades Autónomas deberían reforzar más este tema.

 

¿Por qué es más habitual la donación de sangre entre 30 y 45 años?
Es un efecto sociológico. Cuando hay un asentamiento socioeconómico y laboral, hay más calma y es ahí donde aumenta la incidencia. Son los más fieles y esto es vital porque hay una continuidad y una garantía en la calidad de la sangre. El donante que está fidelizado es una garantía para la sanidad pero cuando cumple los 65 años, deja de ser donante. Al no haber un repunte en el primer tramo de edad, se producen desfases, lo que unido a un mayor consumo provoca el desequilibrio total.

 

¿Qué papel juega la población inmigrante?
De 38 personas por cada 1.000 habitantes que donamos sangre en España, los casi cinco millones de inmigrantes tienen un índice de donación cuatro veces menor, en torno a 10 por 1.000.

 

¿Y cómo se valora al donante de sangre en la sociedad? ¿Igual que al donante de órganos?
Los órganos son muy impactantes, pero de las 5.000 o 6.000 personas que están esperando órganos en España, todos los días se muere alguna esperándolos, cosa que no ocurre con la sangre desde hace años. Además, se hacen cerca de 4.000 trasplantes al año mientras que en un solo día se practican 6.000 transfusiones de sangre. Estas permiten salvar la vida de 75 personas cada día y mantener la salud a otras 350. Son elementos no comparables: la donación de sangre requiere un esfuerzo y la de órganos no. Donar sangre implica perder tiempo y dejarse pinchar.

 

¿Qué posición tiene España en todo el mundo?
Hay una línea roja: los países donde la donación es voluntaria y no remunerada, y el resto. Los países con transfusiones altruistas son 62 del total de 200. Nosotros estamos en la posición sexta o séptima, al mismo nivel e incluso algo por encima de Italia y Francia. Solo nos superan los países nórdicos, Suiza y Austria. Es un buen nivel pero no somos autosuficientes, por lo que tenemos que importar el plasma de otros países, sobre todo de EE UU, y así obtenemos derivados plasmáticos. Para llegar a serlo tendríamos que alcanzar 45 donaciones por cada 1.000 habitantes.

 

En España, la donación de sangre es altruista, aunque no siempre lo ha sido.
Ha sido altruista desde los años 60, cuando nacieron las asociaciones de donantes de sangre. Como el consumo no se garantizaba, no se prohibió pagar por ella hasta varios años después, en 1985.

 

¿Qué riesgos puede suponer pagar por donar sangre?
El riesgo de transmisión de enfermedades es 15 veces mayor cuando la sangre procede de personas que la venden. Esto es muy preocupante. La sangre altruista es una garantía en todos los órdenes. Sin embargo, en países como Estados Unidos, China y Japón, se sigue pagando, aunque empiezan a convivir las dos donaciones. En otros países existe la fórmula de la reposición familiar, muy usada en Hispanoamérica. En España también era frecuente pero ya se terminó.

 

 

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