Benditas Pelayas

En un tiempo sinsentido, en el uno puede entender que alguna fiscalía propone sin sonrojo hacer caso omiso de la Ley o estudia encausar al reclamante por osar hacerlo (dicen, yo no lo sé), en el que parece que los políticos juegan a las sillas musicales, el gato de Chesaire o el Sombrerero loco, y en el que el pueblo, en definitiva y como siempre, es más sabio que los regidores, trae al pálpito cansado una bocanada de ternura, de rocío bellamente dispuesto sobre el terciopelo de una flor llamando al sol, de ingenuidad teñida de ejemplarizante inocencia (si no fuéseis como ellos no entraréis en el Reino de los Cielos) el gesto y declaración de intenciones del colectivo monacal de las Pelayas de Oviedo reivindicando la que fue su propiedad en los terrenos de La Vega.

 

Tuve, años ha, ocasión de muñir un apoyo económico a la infatigable tarea de hermanas y madres en su recuperación y mantenimiento del histórico conjunto monumental en el que, entre ora et labora, ellas se afanan alegres, voluntariamente recluidas, pero nunca ajenas, en las labores de repostería, carpintería, encuadernación, miniado, limpieza o aparejaduría, que de todo son capaces estas voluntariosas Pelayas movidas por su devoción. Tratábase, en fin, de recuperar una de las históricas campanas de la otra más alta aguja del Oviedo antiguo. Conversando con la Abadesa, pude darme cuenta de lo imbricadas que con Asturias y Oviedo se sienten, en un corpus cultural que, sin duda, pasa de una a otra generación monacal desdee hace siglos.

 

Hace unos días, decía, surge la propuesta de reclamar los terrenos de La Vega, nada nuevo, a la postre, por cuanto el Ministerio de Defensa y sucesivos titulares de la Delegación del mismo en Asturias, antaño Gobierno Militar, son conscientes de los derechos de reversión que asisten a la orden, como titular del bien expropiado en su día por las buenas, por así decir. Y ¿para qué? para asegurar así, y si ello llegase a buen fin, un otro gran pulmón para Oviedo, en el que niños y mayores, mujeres y hombres y mascotas, por qué no, pudieran disfrutar en libertad abstrayéndose del omnipresente hormigón.

 

Entre tanto, los  terrenos de La Vega, media ciudad intra muros, son contemplados con ansia por ojos avizores, aviesos, avatáricos y avariciosos que únicamente esperan seguir fabricando dinero digital: 00011110001111000111...

 

Lo dicho: Benditas Pelayas.



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