No corras que es peor

No corras que es peor

Desgraciadamente, la bomba de la semana tiene poco que ver con las cifras del desempleo, la adecuación de la eurozona a la vida real,  la crueldad de la guerrilla que mata elefantes, las primarias norteamericanas o guiñoles, dopajes y demás. El menudeo (ese pseudoperiodismo que todos odiamos y que todos seguimos) ha comenzado a focalizar, y lo que te rondaré, los días patrios en el asunto Urdangarín. Lo último es que el duque de Palma tendrá que acceder a pie a los juzgados, ahí es nada. Y lo más espectacular la carrera que inició en Washington huyendo de una presunta reportera y que nadie sabe dónde terminará (la carrera, claro). En un ambiente tan crispado, tan enrarecido y tan imprevisible, donde todo se debate a vida o muerte por afición a la exageración y al estruendo, la comparecencia de Urdangarín ante el juez y todo el proceso será sin duda una nueva ceremonia de los despropósitos. Ya lo es desde el momento en que perdemos el norte en la búsqueda de nuestros enemigos en gente muy ajena, gente normal y corriente a la que hay que ver, mirar y juzgar como a todos los demás. Coincidiremos, cuando menos, en que el carrerón del duque por las aceras de Washington no le viene nada bien ni a la discreta vida mediática española (por ponernos necesariamente puristas) ni a los propios intereses del marido de la infanta como imputado. Es más, da pie a todo. Incluso a salir corriendo.

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