Serbia, corazón herido de Europa

En ningún tiempo tantos asesinatos, crímenes espantosos, violaciones en masa, descuartizamientos, empalamientos, canibalismo y altas hogueras para los sacrificios humanos, se hicieron con tanta saña como allí, en la corte de los reyes cristianos.  

 El papado es europeo, la filosofía pura de igual forma, es decir, la mente perfecta es del añejo continente; quizás debido a ello se mata con tanto refinamiento, y para que los siglos no lo olviden, pintan grandes murales, hacen sublimes poemas y componen las más elocuentes sinfonías.  

Los Balcanes en turco significan “montaña”, y se extienden desde el Danubio hasta los Dardanelos, desde Istria hasta Estambul y allí, en pequeños territorios viven Hungría, Rumania, Serbia, Albania, Grecia y una buena parte de Turquía.   

Lo había  expresado el norteamericano C. L. Suizberger, en un libro que anda casi solo por las estanterías de nuestra vivienda en la Valencia mediterránea:   

“Esas tierras son, o fueron, una dinámica península poblada por gentes despiertas que comen alimentos pigmentados, bebe licores fuertes, se visten con trajes llamativos, aman y matan con facilidad y muestran un talento espléndido para iniciar guerras”.   

 Carlos Marx los llamaba “basura étnica”.   Suizberger, por el contrario, los amaba. Tenía, cuando contempló aquellos campos, casi veinte años, y a esa edad, todos los caminos son esperanzas y las mujeres hermosas apetecibles.  

En los Balcanes no hay nunca vencedores ni vencidos.   

Desde el Cáucaso a la Península Ibérica, este continente siempre ha sido un amasijo de odios, amores, rencores, caricias, sentimientos, credos, conquistas, fuego y sueños.   

Un crisol: anglosajones, francos en Galia, ostrogodos, lombardos, visigodos, bizantinos, orientales acercándose a Roma, La Media Luna, el Imperio carolingio y los campos feudales.   

Las Cruzadas y el Año Mil. A lo lejos, entre sol, vino claro que estremece y los moros refinados, penetrando con el islam en Europa por el río Guadalquivir, con lo que sería Al-Ándalus.   

En alguna parte, el Medioevo. En otro lugar, la Baja Edad Media, y al final, la pavana se abre y hay un encuentro entre dos mundos, pero en ningún momento de la historia, los Balcanes - corazón de Europa- han dejado de cubrir el cielo de sangre.  

En tres momentos cruciales estuvimos Serbia. Hice amigos y con ellos he visto belleza y atroces tragedias.  La última noche de mi partida escuché en Belgrado, en el Café Moscú, una pequeña orquesta compuesta por media docena de instrumentos, donde destacan violines que inundan el salón de unos sonidos que, más que notas musicales, son el pentagrama de un dolor cercano venido de la “hermana Bosnia”. El director del conjunto nació, en Sarajevo. El resto de los componentes, en Croacia. Todos se sienten serbios.   

Debido a eso, cada noche, los violines del Café Moscú desmenuzan gemidos.   

  

rnaranco@hotmail.com



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