Sobre una espoleta

Estamos al borde de una nueva conflagración colectiva que puede detonar en cualquier instante. Nos da terror reconocerlo, y aún así, cada día los enfrentamientos en diversas partes  del planeta pueden ser la espoleta a detonar,  y cuando eso suceda ya será tarde para  recapacitar.

 Esa llamada “ofensiva” sobre distintos puntos del globo está en ebullición, pero ante el continuo grito de la fábula gritando que viene el lobo, sin llegar, en un momento dado saltará sobre el redil, y entonces será el principio la indiscutible angustia.

 Los amplios conflictos que en el orbe se han expandido,  cayeron por sorpresa a razón de  unas acciones que parecían insignificantes tras su análisis.  Las consecuencias de la Primera Guerra Mundial entre 1914 y 1918,  fueron  hacia  la yugular de la vieja Europa que abrió el camino para el segundo colosal enfrentamiento. Nadie lo esperaba, ya que el  planeta vivía nuevamente una Bella Época.

Ese primer gran conflicto territorial asumió diversas causas, pero sus raíces se hallaban  en una compleja red de alianzas entre las potencias europeas formadas por Gran Bretaña, Francia y Rusia,  y  la disimulada coalición entre Alemania, el Imperio austrohúngaro e Italia.

En ese  “entente”  llevado a ocupar territorio, prendió la mecha tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero al trono de Austria-Hungría,   bajo la pistola de un nacionalista balcánico en Sarajevo.  

Los austrohúngaros acusaron a Serbia aliada  de Rusia y declararon la guerra. Francia e  Inglaterra apoyaron a su aliado Moscú y, ahí,  se armó la de “Dios es Cristo” de todas las batallas. Millones de muertos y una Europa central convertida en añicos.

 De aquella tragedia despiadada  nadie aprendió nada, sí a preparar otra  venganza. Llegó la II Gran Guerra y contar cadáveres se hizo una práctica que aún no ha cesado.

Actualmente, en otros lugares del planeta siguen enardecidos viejos desagravios. Hay conflictos entre China e India; en toda la zona africana del Sahel; Estados Unidos e Irán; Siria, Yemen y Sudán del Sur; Israel y Palestina: Irak y Afganistán; enfrenamientos sin visos de paz entre tuaregs y yihadistas; Boko Haram con sus odios hendidos, el narcotráfico, la guerrilla y la denotada emigración tan desgarrada.

En momentos en que hasta el aire parece hallarse en tensión y al borde de un precipicio - las  naciones no se hunden, se destrozan azuzadas por instintos perversos -  mejor es mirar a las estrellas e intentar, si eso fuera posible,   implorar al cielo protector.

Uno es incrédulo en materia de teosofía, hipnotismo, ocultismo, espiritismo y todos los ismos imaginables existentes en la Cábala y en sus saberes ocultos y, quizás debido a tanta desesperanza,  esperamos refuerzo de esa ciencia recóndita.

De toda esa exhalación, como de la muerte y el más allá, uno sabe lo que ha podido ir leyendo, siendo así que situamos  nuestra confianza futura en el Cosmos en pos de mantener la  insignificante subsistencia… si posible fuera.



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