Soledad y silencio

En los últimos días, la experiencia periodística retoma las carabelas de Colón. Repliega velas pero dibuja cuadernos de bitácora imposibles. La extraña experiencia del devenir que no viene, va posicionándose desgraciada y extrañamente.

 

Hubo un tiempo, dice el diccionario gremial. No lo habrá, dicen las aves de mal síntoma, gaviotas cercanas. Hay cantautores que lo dijeron antes: “Soledad y silencio de no estar contigo”. Están muertos, pero mientras cobren la nómina no se enteran. La soledad suele ser un mal remediable, e incluso comprensible. El silencio, sin embargo, pocas palabras lo superan.

 

La letra y la espada, tan comerciales ambas, no nos van a sacar de las dudas que tenemos. Somos muy poco, como somos tanto. La convivencia, rara combinación de una preposición habitual y un sustantivo extraño es lo       que queda en tan pocos metros. Esto, que comenzó siendo un homenaje a Hilario Camacho, es una mínima estima del resto de los compositores muertos. La de los hombres de la avenida que no lleva a casi ningún lugar. Como hay que terminar como dios manda, diremos que usted lo pase bien. Pero eso vale muy poco para el general de las costumbres. Nos enseñan a ser optimistas, y lo somos, calientes como el coñac. Pero hasta cierto punto.

 



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