Pocas sorpresas, muchas novedades

La participación en estas elecciones ha estado en la línea de lo esperado, no muy disímil a la de elecciones anteriores y a la media europea, si bien es cierto que en ese porcentaje ha pesado la alta concurrencia en Cataluña y Euskadi. Tampoco ha resultado una sorpresa el crecimiento de los partidos menores, ya que en estas elecciones es frecuente que el voto se disperse y que los electores castiguen a los grandes partidos con la abstención o con el voto a opciones menos deseadas en otro tipo de elecciones. Con todo, existe una novedad muy destacable, la obtención de cinco escaños por PODEMOS, una formación muy reciente y con pocos medios. Probablemente, en las próximas elecciones generales, más que en las autonómicas y municipales, volverán a tener un cierto peso.

 

PP y PSOE han perdido en total 17 escaños sobre las anteriores elecciones (18 sobre las del 2004). ¿Es ello una tendencia que se consolidará en el futuro? Seguramente en las elecciones dentro del ámbito español esa pérdida será bastante menor. Con todo, la proyección sobre unas elecciones generales dibuja un panorama inestable de gobierno y programas, que quizás esté reclamando escuchar a Felipe González. En cuanto a lo inmediato, el PP ha visto relativamente avalada su política y el PSOE ha fracasado en su intento de sobrepasar a la fuerza del Gobierno, al tiempo que se ve muy erosionado por la izquierda. En lo muy particular, Andalucía se muestra, una vez más, como el gran granero del PSOE; el PP tiene en Cataluña un auténtico agujero.

En Cataluña ERC ha superado a CiU (23,6% frente a 21,8%). Ello, más la alta participación en esa comunidad, supone un refuerzo para las posturas independentistas.

 

En cuanto a Europa, la derecha ha vuelto a ganar y las fuerzas de tipo nacionalista y con llamadas contra la inmigración han crecido en muchos países. Este último hecho debería obligar a una consideración muy seria sobre la política de inmigración europea, que hasta ahora ha estado guiada, al menos en la opinión que se oye, por el discurso de las alitas, el nimbo y las campanillas celestiales. Sobre lo que deben alertarnos los partidos llamados xenófobos y ultranacionalistas no es sobre su existencia, sino sobre el abundante número de personas de las clases medias y proletarias que se sienten abandonados por sus gobiernos y enfrentados con la población recién llegada. Esa cuestión no es solo producto de la crisis, tiene que ver con la distribución de los recursos, con crisis o sin ella, y con la miscibilidad de las distintas formas de ver y estar en el mundo, que son imposibles o muy difíciles a partir de ciertos porcentajes. Considerar este problema es una obligación inmediata para todos: de no hacerlo, las cosas podrán ir a peor.



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