En Oviedo nos van a comer los ratones hasta los tacones

No es mi intención alarmar a ustedes, especialmente a mis queridas lectoras, con el anuncio de una inesperada invasión en Vetusta de gigantescos múridos bigotudos repetinamente golosos de complementos del calzado, no. En primer lugar porque los citados roedores ya habitan, de serie, entre, o mejor dicho, bajo, nosotros, y en segundo porque sus apetencias son más carnales que pueriles. Es el caso que durante mi diario maratón, del que acabo de regresar, iba yo reflexionando sobre la nueva campaña de castración de gatas (se refiere a las de cuatro pates y rabu, tranquiles) que llevará a cabo la municipalidad entre la exigua población felina del casco urbano.

Miren ustedes. Quizá me equivoque, que la vista de uno ya no es tan aguda como solía, pero es el caso que por razones que no les detallaré, cuando camino por la city (se pronuncia 'siry', creo) presto especial atención a sus pobladores no humanos, a fin de ver cómo unas y otras especies se adaptan, colonizan o sucumben, según, al mismo. Veo que proliferan las palomas, están en franca retirada los gorriones, sigue habiendo ratas, aún hay algún perro vagabundo, abundan las gaviotas y...apenas si ví dos gatos o tres en el último año. Gates, ninguna, aunque quizá se deba a que hace un tiempo que no salgo de noche...Así las cosas, tengo la impresión de que si es que queda alguna gata suelta y van y la castran, el gato urbano en Oviedo desaparecerá en poco tiempo extinguido por esa peste maligna, ese cáncer de la vida y la esperanza que se llama lo 'políticamente correcto'. Desde luego, no me pidan a mí que deje sin comida a un animal hambriento, aunque para socorrerlo deba disfrazarme de noble bombero, puesto que de canario flauta ya no me lo permite la generosidad de mis costuras. Pero, a lo que iba, como consecuencia de que no haya gatos, ya lo verán, nos van a comer los ratones hasta el forro de los tacones. 

No digan que no están avisados. Lo están. Luego, allá penas. A ní me da lo mismo, porque llevo un gatín en bolsu, bien escondido de los exterminadores muncipales y las histéricas vecinales. Así que cuando veo un ratón, suelto el gatín pa que lu coma y ¡hala! un Pérez menos, que hay superávit.

 

Hasta la vista, capitalista.



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