Vinos claros con sabor a miel

Los cuatro tomos de “El Cuarteto de Alejandría” de Lawrence Durrell – “Justine”, “Balthazar”, Mountolive” y “Clea” -, en una edición de la “Editorial Sudamericana”, fueron adquiridos a buen precio en Buenos Aires hace ya años, y ahora reposan en nuestra morada de la Valencia mediterránea, envueltos en la nostalgia del mármol entre un ensueño envuelto en luz azulina.  

Leímos esa tetralogía por vez primera en un otoño impávido de hojas mustias, haciendo un pequeño recorrido sobre las Islas Jónicas. Nunca supimos después a fe cierta a qué habíamos ido.  Eso nos sucedía con frecuencia con los traslados impetuosos. Éramos jóvenes y el tiempo inexorable aún no había comenzado a hacer nido sobre el paso de los días. 

 Toda aquella luminiscencia de la fascinación griega, llevados por los versos de  Kavafis, Seferis, Palis, Elitis… nos cubría de abiertas esperanzas y aventuras. Fantaseábamos con vivir en una isla para siempre como lo hizo durante cierto tiempo el mismo narrador de aquellas cuartillas literarias.  

 Aquel viaje comenzó en Roma, después otros pueblos. Subimos a Nápoles, nos aposentamos en Capri y los últimos inviernos nos guarnecimos en la casa de una ceramista en Argostoll, Cefalonia, la mayor de las Islas Jónicas.  

Los viaductos y las cúpulas nos hablaban de una antigua ciudad esplendorosa. Cuando hacía buen tiempo bajábamos a la playa de Platis Yalos, y en las noches, con fantasmagóricos celajes, acudíamos a las fosas de Lasí. Un extraño prodigio geológico con sonidos profundos. 

Desde la aguerrida fortaleza de Asos se divisa siempre un mar azul lleno de luz y color. Los atardeceres, mirando el golfo de Mirtos con aquellas playas de arena blanca, uno se quedaba colgado de un pliegue del aliento para siempre.  

En Paxos estuvimos un largo tiempo. La recorrimos a pie. Está sembrada de viñas y olivos. Los vinos claros poseen un sabor endulzado.  

Allí supe que en   las costas helénicas había nacido una de las cualidades que hizo al hombre ecuménico: el diálogo, y con ello la fe, los dogmas, los preceptos, el despotismo, los conflictos bélicos y el amor engrandecido.  



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