El Emérito

El despecho es el resentimiento o disgusto que siente una persona debido a un desengaño y que la impulsa a obrar vengativamente. Es un sentimiento humano, sin patrimonio, que se desenvuelve, principalmente, en el ámbito de las parejas porque en el amor no hay códigos, solo impulsos.

 

Conviene tener presentes estas ideas para no perder de vista que el tremendo y poco edificante espectáculo en que está envuelta la Corona es consecuencia de la vendetta de una mujer desengañada. 

 

¿Podemos invocar alguna razón que justifique la actuación del Emérito? Los pecados de cintura para abajo que impulsan a pecar de cintura para arriba no tienen justificación racional. 

 

La ley debe guardar al Rey, pero el Rey debe guardar la ley.Ahora bien, no debemos olvidar que somos víctimas de nuestro entorno. El Emérito, tras una infancia penosa, una pubertad trágica y una juventud para olvidar –que si fuera militante de Podemos o migrante de patera, serían causas suficientes para justificar sus actos–, se convirtió en una persona obsesionada por el dinero, que lo llevó a incurrir en conductas lamentables.

 

No vamos a eximirlo de responsabilidades, pero tampoco caeremos en el frecuente error de juzgar conductas pasadas con parámetros éticos y jurídicos actuales. 

El entorno en el que desarrolló su actividad el Emérito no era muy edificante.

 

Con Franco, quien no tenía una querida con piso en Madrid era un don nadie. El análisis de nuestro sistema democrático con los mismos parámetros citados tampoco arroja resultados edificantes. 

 

Son muchos los episodios vergonzosos y vergonzantes que se pueden traer a colación, pero el espacio es limitado, por lo que nos vamos a centrar solo en algunos de ellos.La Mesa del Congreso de los Diputados adopta un acuerdo por el que los «padres de la Patria» pasan a cobrar la pensión máxima de jubilación con solo siete años cotizados. Ignominioso.

 

Muchos de sus actuales perceptores andan de plató en plató criticando al Emérito.Eurodiputados, diputados y senadores, diputados autonómicos, provinciales y concejales pueden tributar a la carta –y muchos lo hacen–, valiéndose de lo dispuesto en el artículo 17.2b) de la Ley del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, con solo denominar «gastos de viaje y desplazamiento» el importe del salario que consideren oportuno, rompiendo con el aparente sacrosanto principio «Hacienda somos todos».

 

Somos un producto de nuestras circunstancias.La Monarquía no me molesta. Simboliza y actualiza los tiempos más gloriosos de nuestra historia cuando éramos un imperio y se nos respetaba.

 

Pero ya lo dijo el clásico: «No hay nada más inseguro que la grandeza de los reyes», ni nada peor para un rey que perder el respeto de todos. Mas, seamos justos, separemos el trigo de la cizaña.



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