El impresentable candidato

En cualquier otro de los países de nuestro entorno, con cierto poso democrático, se hubiera dado la circunstancia de que, tras una elecciones generales, el Jefe del Estado haya ofrecido a uno de los candidatos la formación de Gobierno y este haya declinado presentarse a la sesión de investidura.
El viernes el Rey, Felipe VI, otorgó la posibilidad al ex presidente y presidente en funciones, Mariano Rajoy, y éste, aduciendo falta de apoyos declinó presentarse por el momento.
Vuelvo al punto primero para ratificar que esa circunstancia no ocurriría, en ninguno de los considerados países democráticos y avanzados, porque el máximo responsable de un grupo político, en este caso el Partido Popular, inmerso en procesos judiciales por corrupción, financiación ilegal, cajas de dinero "B", destrucción de pruebas, mentiras y falsedades en sede parlamentaria, etc., ya habría dimitido hace tiempo no solo por decencia política sino también por decencia personal.
Pero en España somos como somos. Unos meses atrás, vistos los casos de corrupción que aparecían cada día, no había otro tema del que hablar que no fuera el de la necesaria e imprescindible regeneración democrática. Ayer, Felipe VI, aún ofrece la posibilidad de formar Gobierno a Mariano Rajoy, líder del Partido de la regeneración corrupta y del que forman parte piezas fundamentales y personajes como Javier Arenas, Esperanza AguirreMaría Dolores de Cospedal, Esteban González Pons o Rafael Hernando.
Escucho decir a Bieito Rubido, director de uno de los periódicos españoles de tirada nacional que "la corrupción es consustancial con las democracias y  en todos los países pasa lo mismo". Ejemplar y objetiva reflexión esta del director de ABC. Lo que no dice el insustituible Bieito es que en cualquier democracia avanzada, cuando uno de sus representantes políticos con ánimo de defraudar no pone un sello de 0,50 céntimos en el franqueo de una carta, si es que lo pillan antes de que lo echen automáticamente dimite por responsabilidad y decencia.
Ayer, Mariano Rajoy, el declinado temporal, en su campaña de mítines en la que siempre olvida mencionar la corrupción, dijo (en referencia al candidato socialista) que un Presidente del Gobierno español no tendría que humillarse ni hipotecarse. El sabe perfectamente lo que es eso. La última legislatura, en la que fue Presidente, la pasó, sin iniciativa propia, humillado ante la troika y logró triplicar la Deuda Pública, llegando al billón de euros y el 99,30% del PIB, hipotecando a cada español en cerca de 23.000 euros. Impresentable.



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