¿Quién protege a los hosteleros asturianos?

Desde hace algún tiempo venimos observando, cada vez con más frecuencia, cómo la hostelería viene siendo refugio de todo tipo de actividades con el único fin de recaudar dinero para asociaciones, fundaciones y demás instituciones que, aunque en origen no tienen un fin lucrativo, al final, todas sus manifestaciones en la calle, solo buscan vender y recaudar.

Estamos de acuerdo con que se desarrollen actividades en la calle; que se potencien y se promocionen las culturas de otras regiones; que se establezcan lazos de unión entre las regiones y los pueblos, pero que estos buenos valores no lleven siempre a lo mismo, a vender gastronomía en la calle.

Porque aquellos hosteleros que hicieron su planificación, su inversión, que arriesgan su patrimonio y el de su familia no pueden permanecer impasibles ante tales despropósitos.

¿Acaso veríamos normal que una asociación, sin animo de lucro, vendiese ropa en plena calle Uría? ¿Que unos pasteleros de Mallorca, por ejemplo, vendiesen ensaimadas en la calle Corrida en Gijón o que una asociación alemana vendiese coches en el Parque Viejo de La Felguera???.

Esto que es tan obvio para todos, no parece serlo para nuestros políticos. ¿Con quién están? ¿Con los que pagamos impuestos todos los años? ¿Con los que aseguramos a nuestros trabajadores? ¿Con los que contribuimos al bienestar social?..... ¿Es necesario que tengamos que manifestarnos en una plaza?

¿Dónde están esos políticos, todos, que deben de velar por la justicia y la igualdad y defender a sus representados?

Los que gobiernan deben de gobernar para todos, no para unos pocos. Posiblemente, el fin de esas asociaciones sea digno de admirar, pero los daños colaterales que algunas de sus actividades generan no se analizan. Pero ellos, los políticos, tienen la obligación de hacerlo. No basta con querer hacer las cosas bien, debemos de conseguirlo. Esta terrible crisis nos está atacando a todos pero la actividad hostelera no puede ser el refugio fácil, pensando que no pasa nada. Porque lo cierto es que sí pasa. Afecta a los negocios asentados que ven impotentes cómo vienen de fuera a llevarse a sus clientes sin que nadie les proteja.



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