Tolerancia y pactos políticos

Puede pensarse que, en el presente momento, es muy probable que se deban celebrar unas terceras elecciones generales para determinar la composición del Parlamento estatal que pueda servir para desbloquear la presente situación, en la que resulta imposible nombrar un nuevo presidente del Gobierno. Los partidos políticos con representación parlamentaria no están colaborando debidamente y, lamentablemente, solo el Partido Popular y Ciudadanos están dando muestras, que pueden ser equivocas, de querer evitar otro proceso electoral general que podría tener más inconvenientes que ventajas.

 

Los partidos políticos están cerca de llevar un año alzando sus líneas rojas, que han significado obstáculos absolutamente insuperables para alcanzar los acuerdos políticos suficientes para formar un nuevo Gobierno. Las líneas rojas, teóricamente, se están pudiendo identificar como ideas esenciales recogidas en los programas electorales y que, convenientemente, se están empleando para evitar ceder en las negociaciones con la intención de ridiculizar a los rivales.

 

Para que haya un pacto, las dos partes deben estar contentas tras haber cedido en determinadas cuestiones. Si no hay renuncias totales o parciales en determinados asuntos, resulta absolutamente imposible poder negociar adecuadamente.

 

Los problemas son la intolerancia y el deseo de prevalecer sobre los rivales políticos, buscando satisfacer intereses personales relacionados con el ansia de poder y con el ego de los líderes políticos. Habría que reclamar más tolerancia a los políticos, pero es complicado, ya que los españoles, probablemente, pueden ser más intolerantes que sus representantes.

 

Si se quiere avanzar, hay que pactar. El consenso, que es complicado de alcanzar en el presente momento, debe constituir la llave que ayude a los ciudadanos a solucionar las cuestiones que, como en el periodo de la Transición, preocuparon a los españoles.

 

Los dirigentes políticos no pueden actuar como niños pequeños caprichosos. Deben obrar como personas adultas y tolerantes con la madurez suficiente para intervenir correctamente, pero hay que reconocer que hay líderes que jamás podrán ser maduros y tolerantes y que, por eso, debieran desaparecer del ámbito público.



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