Los negros son los ciudadanos

El Sr. Rajoy ha hecho públicas sus declaraciones de la renta y patrimonio. Es la primera vez que un Presidente de Gobierno se desnuda de esa manera ante la opinión pública. Más le valía no haberlo hecho. Tal ejercicio de presunta transparencia no hace sino ahondar en la lamentable percepción que los ciudadanos tienen de la vida política y, en especial, de los partidos políticos.

Los números presentados por el Sr. Rajoy evidencian varias cosas.

En primer lugar que la economía del Sr. Rajoy está muy saneada. No es un ciudadano cualquiera. Dispone de un gran patrimonio obtenido –según parece- exclusivamente de su actividad política.

En segundo lugar viene a reafirmar que el ámbito político es mucho más permisivo que el ámbito funcionarial. Los funcionarios sólo pueden percibir un sueldo público. El Sr. Rajoy, hasta tres: indemnización como ex miembro del Gobierno, sueldo de diputado y salario como presidente del partido (dígase lo que se diga, y si se dice será pura semántica, este último salario es de naturaleza pública ya que por más que los partidos tengan el carácter de asociaciones privadas se nutren al 80% de subvenciones públicas).

En tercer lugar, que los partidos políticos funcionan como auténticos reinos de taifas en los que sus dirigentes se autofijan sus sueldos a la carta, sin sometimiento a criterio alguno, actuando de la misma manera a la hora de acordar los incrementos salariales. Así, en el período que va del año 2008 al 2011, el Sr. Rajoy se subió el sueldo un 27%. Más aún, en ese último año, en plena crisis económica, cuando el propio Rajoy afirmaba que había que «trabajar un poquito más o bajarse un poquito el sueldo», se lo incrementó en un 10%.

De ahí la lucha encarnizada por apoderarse de estos instrumentos de poder político y económico. Con carácter general (puede haber honrosas excepciones), quien gana la presidencia de un partido político, gana un negocio que proporciona pingües beneficios. Le va a permitir obtener un alto estatus de mando y presencia en los medios, viajar, comer y dormir gratis total y, sobre todo, un medio de vida especialmente saneado. Basta mirar a nuestro alrededor y reparar en el aumento patrimonial experimentado por los presidentes y secretarios generales de los distintos partidos políticos, obtenido durante su mandato como tales, así como su alto nivel de vida, para testimoniar esta afirmación.

Tal situación patrimonial resultaría impensable para un ciudadano laborioso y altamente cualificado. De ahí el interés creciente por hacer de la política una profesión, y no precisamente por razones de servicio público, sino como cauce para conseguir un medio de vida para toda la vida –valga la redundancia- y, con suerte, si confluyen las circunstancias adecuadas, un nivel económico inalcanzable por el trabajo ordinario.

Las cifras de las declaraciones del Sr. Rajoy son demasiado claras. Su sueldo de 200.000 euros en el año 2011, provenientes en su mayoría de los impuestos de los ciudadanos, es un insulto, máxime en los tiempos de crisis que ya se vivían en el referido año. También constituyen una afrenta los incrementos experimentados en el mismo, fuera de las reglas aplicables al resto de los trabajadores.

Se aduce por la directiva del PP que el Sr. Rajoy podía ganar más dedicándose al ejercicio de su profesión de Registrador. Habría que verlo. Conocemos a muchos registradores que hace años que lo pasan muy mal y se han visto obligados a despedir a muchos de sus trabajadores. Un Registro es una pequeña empresa en la que el Registrador asume el riesgo y ventura de un negocio que, si hace años era floreciente, hoy está en franca decadencia. Por el contrario, el Sr. Rajoy desde su puesto de presidente de un partido, trabaja sobre seguro. Las subvenciones públicas le llegan sin merma y sin demora.

Se aduce también en descargo, quizá de lo abultado del salario y del montante del patrimonio, que las finanzas del partido han sido auditadas por el Tribunal de Cuentas. Fariseísmo puro: los partidos se auditan a sí mismos. De los doce vocales del Pleno del citado Tribunal, ocho han sido designados por el PP, tres por el PSOE y uno por PSOE-IU.

Esto así, ¿para qué necesita el Sr. Rajoy recibir dinero negro, cuando puede decidir el montante global de sus retribuciones sin límite ni cortapisa alguna? Si, aún en estas circunstancias lo percibiera, sería imperdonable y un ejercicio de codicia desmesurado.

Los únicos negros de esta historia son, una vez más, los ciudadanos que con sus impuestos alimentan las voraces máquinas de gastar dinero pro domo y sin control, que son los partidos políticos.

La democracia, como ya venimos repitiendo cada vez que tenemos ocasión para ello, es un lienzo inacabado al que le faltan aún muchas pinceladas. Su diseño está bien concebido, pero fallan los pintores.

¿Serán capaces los propios políticos de modificar este panorama y aprovechar la coartada de la crisis económica, ética e institucional para poner el contador a cero y refundar el estado de derecho?.

Creemos, sinceramente, que no. Hay muchos miles de personas parasitando el presupuesto y nadie en su sano juicio corta el grifo de su bienestar y el de sus correligionarios, parientes y amigos.

La clase política actual practica aquella máxima de Lerroux «con los ojos en el ideal y las manos en el cajón».

Sirven de poco las llamadas al orden. Aunque como dice el proverbio escocés «muchas cosas pequeñas, en muchos lugares pequeños, hechas por gentes pequeñas, pueden transformar el mundo». Al que cabe oponer el creado por la sabiduría popular en Asturias, en base al cual «lavandoi la cabeza a un gochu, pierdes el tiempo y el champú». 

 



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