Túnez, la capital que conjuga tradición y modernidad

Túnez, la capital que conjuga tradición y modernidad

Túnez, es el país magrebí más próximo cultural y socialmente a Europa y a Occidente. Ubicado en el norte de África, su extensión es de 163.155 kilómetros, de los que 1.298 son de costa en el mar Mediterráneo, cuenta con una población muy próxima a los once millones de habitantes, en su 98 % practicantes de la religión islámica.

Su capital es Túnez de forma ininterrumpida desde que los almohades le dieran ese título en el año 1159, cargada de historia, es una ciudad moderna en plena expansión. Berebere en origen, atrajo a las élites de Al-Ándalus, y las influencias otomanas e italianas recibidas han dotado a sus barrios antiguos de un encanto especial. 

La capital y gobernación, es una de las veinticuatro existentes en el país. Creada en 1956, centro de actividades industriales, comerciales, culturales, políticas y administrativas del país. Ubicada en el norte del país, su superficie es de 346 kilómetros cuadrados y su censo poblacional, en el año 2015, es de 1.110.000 habitantes.

La capital tunecina, de mismo nombre que el país, es una ciudad que no deja indiferente a nadie, donde se conjuga armoniosamente el pasado con el presente y lo moderno con lo antiguo.

Su centro es un espacio compartido por dos mundos muy diferentes. Por un lado la parte más tradicional y más antigua, más árabe, propia de todas las ciudades del norte de África, que apenas ha cambiado desde la Edad Media. Y por el otro, la metrópolis moderna, la más europea.

 

 

 

 

 

En la zona oeste, se halla la medina, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en 1979. Sobre ella gira la ciudad desde hace más de mil años, y cuyo centro es el eje que forma la Gran Mezquita y los numerosos zocos que la rodean. 

 

 

 

 

 

 

Su laberinto de estrechas callejuelas rebosa animación, con la tipicidad de sus bullicios zocos; emblemáticas son sus mezquitas y madrazas que han acogido a la comunidad musulmana desde el siglo VIII; y detrás de sus coloridas y misteriosas puertas se ocultan viejos palacios y mansiones, con patios recónditos.

 

 

 

 

 

 

 

El edificio más emblemático y corazón de la medina es la Gran Mezquita, la más grande de Túnez y el centro religioso más importante de los países magrebíes. Otras mezquitas allí ubicadas con las de Sidi Youssef, Hammouda Pasha y la de los Tintores, que junto con el complejo de las “Tres madrazas” son sus otras referencias religiosas.

 

 

 

 

 

 

 

 

Los “dars”, las grandes residencias de los notables tunecinos, conforman las referencias arquitectónicas civiles. En la actualidad muchos de ellos son estatales, albergando sedes culturales nacionales. Entre ellos destancan los Dar Othman, el Haddad, Hussein y Ben Abadllah.

 

 

 

 


Al este, en los antiguos extramuros de la medina, unidas por el límite simbólico de la puerta Bab el Barh, se extiende la Ville Nouveau, la parte de la ciudad más cosmopolita, dónde se comenzó a instalar la población durante el período del protectorado francés entre los años 1881 y 1956.

 

 

 

Para ello fue necesario el drenado de buena parte de las tierras dónde se realizaron las edificaciones, dado que en el siglo XIX las aguas del lago de Túnez casi llegaban a las murallas de la medina.

Se erigieron numerosos edificios y la clase acomodada cambio las laberínticas callejuelas de la medina, por las anchas avenidas y nuevas edificaciones del nuevo barrio, cuya construcción coincidió con el desarrollo de del art nouveau en Francia e Italia. Arte que se fusiono de una ejemplar manera con la arquitectura islámica, combinando los arabescos ornamentales islámicos con las curvas y superficies ondulantes del nuevo arte, y que ha dejado numerosas muestras en la zona. 

 

 

 

 

 


En los dos últimas décadas del protectorado, el estilo que imperó su fue el art déco, marcado por simetrías, ornamentos con motivos geométricos, balcones y cornisas. El mejor ejemplo del mismo es el Museo Postal.

Su referencia y epicentro es la avenida Habib Bourguia, que lleva el nombre del libertador del país, dónde los cafés de estilo francés y la arquitectura art Nouveau, aún recuerda el pasado colonial de Túnez.

 

 

 

 

 

 

La Catedral de San Vicente de Paúl y Santa Oliva, de arquitectura ecléctica, fusión de los estilos bizantinos, góticos y norteafricanos, atestigua la historia del cristianismo en la región; la embajada de Francia y el teatro municipal, ejemplo del estilo art nouveau construido en 1902, son sus principales referencias arquitectónicas.

 

 

 

 

 

Mientras que las plazas de la Independencia y del 7 de noviembre de 1987, simbolizan el pasado político más reciente. La primera fue el corazón de la revolución de los Jazmines y de la primavera árabe y la segunda conmemora la fecha del golpe de Estado, en el que Zin al Abaidin Ben Alí sustituyó a Habib Bourguia en el poder. Luciendo la estatua ecuestre de este último, padre de la independencia y de la nación tunecino, metros antes de la última plaza.

 

 

 

 

 

Ubicado a las puertas de la medina, a escasos metros de la puerta Bab el Bahr, el mercado central de Túnez, es el feudo de las amas de casa, y el lugar dónde los tunecinos suelen hacer la compra. Fue una de las primeras edificaciones del periodo colonial en levantarse, en el año 1881, habiendo sido restaurado entre los años 2003 y 2007. Ocupa una extensión de 12.254 metros cuadrados, y alberga cerca de 600 puestos, que comercializan prácticamente todo tipo de productos perecederos.

 

 

 

 

 

 

Otra de las referencias de la capital tunecina, es la plaza de la Gobernación, bulliciosa plaza llena de edificios gubernamentales, fuentes, palmeras y flores. Popular lugar de reunión entre los más jóvenes, es un estupendo punto de partida para introducirse en la medina, al ser el límite occidental de la misma.

 

 

 

 

 

 

La plaza, está limitada además de por la medina, por el boulevard Bab Benat al oeste, el nuevo edificio consistorial, construido en el año 1988 al este y el edificio del Ministerio de Asuntos Exteriores al norte, ubicándose en ella también la sede del primer ministro tunecino, en el antiguo Dar el Bey.

 

 

 

 

 

A las afueras de la ciudad, ubicado en el antiguo palacio del siglo XIII, primero de los sultanes hafsidas y posteriormente de los beyes de la dinastía de los Husayn, se encuentra el museo del Bardo, que toma el nombre tanto del edificio, como del barrio residencia en el que se halla.

 

 

 

 

Referencia cultural del país, es uno de los museos más grandes existentes en el Mediterráneo, presentando una variedad de piezas arqueológicas y de la historia de Túnez, correspondientes al cruce de las muchas culturas establecidas en el país a lo largo de varios milenios.

 

 

 

 

 

Dividido en cinco secciones, el conjunto museístico abarca desde la Prehistoria hasta el siglo XX, albergando más de un millar de obras, entre ellas las colecciones púnicas y los mosaicos romanos, de los siglos II al IV, que lo hacen único en el mundo.

 

 

 

 

 

 

La oferta de la capital se complementa con una variada oferta de servicios, de compras y de una rica gastronomía, en dónde la tradición convive con la modernidad y las influencias europeas. La visita a un caravasar en la medina, antiguos palacios reconvertidos en restaurantes, es toda una sensación para los sentidos, en los que se disfruta de una gastronomía de alta calidad. 

 

 

 

 

Túnez es uno de los países más laicos del mundo árabe, y paradigma de lo que es una transición democrática tras la primavera árabe de 2011, y a pesar de estar aún recuperándose de varios atentados terroristas que cortó en seco el continuo incremento de turistas que vivió en la década pasada, es uno de los destinos más atractivos del continente africano, aunando cultura, tradición, naturaleza y turismos de playa y alternativos, de los que su capital es ejemplo vivo de todo ello, y auténtica merecedora de una sosegada visita.

 

 

 

 

Dejar un comentario

captcha