La invernada

Parece que nos llega la invernada, justo cuando las mimosas empiezan a florecer. Las estaciones ya no son lo que eran, ni tampoco los alimentos. Ahora resulta que la margarina, recomendada por sus grasas vegetales tan sanas para el colesterol, solamente le falta una molécula para ser plástico.  Recuerdo la historia del burro del gitano al que tras ponerle gafas de color verde, empezó a comer viruta de madera y cuando ya se había acostumbrado, va y se muere, espero que no nos pase esto con la margarina.
    Ay, cómo echo de menos aquellos inviernos que se iniciaban en su fecha, en diciembre, con las navidades blancas y la “tsariega” con leña y el pote en la gamallera; noches invernales de cuentos de lobos y aparecidos cuando las mantecas eran mantecas y se hacían batiendo las natas en las vegigas del cerdo o dandole vueltas a las aspas de la de la feridora sin colorantes ni conservantes ni moleculas de plástico; ¡ ay ! De aquellas natas y mantecas, que solo caducaban cuando los hongos, en demasía, nos decían que las echasemos a las Llavazas de los gochos, todo era reciclable;  cuando las mimosas asomaban sus tímidos brotes amarillentos anunciando que la primavera estaba en puertas y que podíamos prepararnos para celebrar el carnaval.
    Ahora todo el año es carnaval, andamos disfrazados todos los días de mentiras, mentiras económicas de estado de bienestar. Habíamos leido en los libros de lectura de la escuela, aquella escuela del “rayas” la enciclopedia de “Dalmau y Carles” ( catalanes pre-autonómicos ) cuentos de Andersen y fabulas de Samaniego con mensajes didácticos y morales pero hemos seguido creyendonos principes y princesas y todo porque Europa se había enamorado de nosotros; ahora hemos despertado del sueño y el sueño se convierte en pesadilla, no eramos tan ricos como nos habían contado, al resto de Europa les importamos un carajo y solo pretenden que les paguemos las deudas, ya no tenemos ni las mantequillas aquellas, ni los quesos ni la manzana de sidra, ni vaso ni botella, ni nieve para esquiar, ni inviernos ni primaveras;  los tordos y los malvises andan perdidos entre laszas del abandono del campo, pero al fín parece que llega la “invernada”, esa que otros años llegaba con el anuncio que hacían la “avesfrías”, esperemos que sean las nieves de antaño que presagiaban años de bienes, esperemos que sean así porque las necesitamos con urgencia en estos pueblos, como el mío, qiue languidecen en la tristeza que preconiza la miseria; setenta personas al paro en medio de un entorno natural abandonado y un ayuntamiento con delirio de grandeza que sigue, a pesar de las noticias, empeñado en  vivir en castillos de grandeza construidos en el aire; gaita y tambor, fiestas y bacanales, como toda cultura, bailes. Se han acabado los fondos mineros, los planes de subvenciones, los planes E, A y B, ahora nos enfrentamos a la “invernada” que, según todos los augurios, nos congelará el espiritu y los presupuestos; se cayeron las hojas, ahora se caen las empresas, porque ha bajado el consumo y no tenemos producción.

 



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