Bajemos del pedestal

Tal vez demasiada gente castigada para tanta como de momento permanecerá a salvo de los duelos y quebrantos de este 2012 de nuestras por ahora más amargas consecuencias.

Tal vez grave defecto de solidaridad social, permitir que tantos carezcan de lo indispensable cuando tantos otros sólo perderán parte de lo superfluo y habrá quien ni eso.

Tal vez, a la larga, las consecuencias de no haber querido estar donde deberíamos, a la hora de arrimar el hombro, nos llevarán a donde no querríamos de ningún modo llegar.

Tal vez estas horas de desconcierto errabundo de tantas dignidades heridas, nos parezcan, en un cercano y previsible futuro, errores de bulto que podríamos estar evitando y para cuando queramos, sin embargo, hacerlo hayan producido consecuencias irreparables.

Tal vez más que vigilar los arriates del jardín propio, debiésemos estar ahora mismo escardando, limpiando, abonando el contrucio del prójimo.

Tal vez deberíamos bajar del escaño, levantarnos de la poltrona, dejar el último modelo de coche en el garaje oficial y recorrer las peatonales de la ciudad, leyendo las páginas de cerrado, liquidando, se traspasa, se cierra, para enterarnos de que el planeta gira un poco más despacio, la ciudad respira con mayor trabajo, las farolas recién uniformizadas no llegan para iluminar la melancolía del camino de vuelta a casa, que mira un ere, me han despedido, cerramos, no hay trabajo, no hay dinero. En el arcón que regalaban a la puerta del estado del bienestar no hay más que telarañas.

Tal vez debería alguno bajarse de su podio de una puñetera vez y darse cuenta de que hay que formar equipos, elegir a los mejores para que los dirijan y trabajar denodadamente en equipo, bajo una dirección, siguiendo un plan, y, antes que nada, mejor ayer que mañana empezar a repartir trabajo y seguir por aceptar los principios morales que se siguen de los derechos humanos, de la humanidad en su conjunto. y los derechos personales, del hombre, es decir de la persona, y, en definitiva de la justicia que dimana gota agota del alambique de la caridad, único combustible válido para la convivencia en que la vida consiste.

Tal vez …



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