Catalunya: escuchar y resolver

Desde hace tiempo, en diversas manifestaciones y blogs, he insistido en que para transformar la realidad en profundidad hay que conocerla en profundidad. De otro modo, las reformas pueden ser sesgadas, epidérmicas, efímeras. 
Primero, es preciso que todos sepan muy bien cuáles serían las ventajas o inconvenientes que se derivarían de cualquier cambio. Después, es necesario escuchar, disponiendo al efecto de todos los mecanismos que garanticen que los resultados son fidedignos y recogen la opinión de los ciudadanos.
La crispación es mala consejera. Lo peor es que, progresivamente, el pensamiento se sustituye por el sentimiento y la razón por la emoción. 
Hay que escuchar. Si no hay reforma hay ruptura. La Constitución no se defiende imponiéndola sino adaptándola oportunamente. 
Derecho a decidir sí, desde luego, pero ejercerlo con la cabeza y no con el corazón, hacerlo pensando en el mañana. Una gran capacidad de autogobierno, una real autonomía en una nación federal de una Europa federal (hoy casi exclusivamente unión monetaria). 
El nacionalismo españolista tiene que tener en cuenta, antes de que sea tarde para una solución serena, que la vertebración territorial de España se hace con fórmulas políticas y no con imposiciones. Una mejor articulación en todas las dimensiones no se logra a través de comicios o mecanismos plebiscitarios sino con acuerdos orientados por el carácter específico de las Comunidades Autónomas españolas, cuya diversidad es la gran riqueza del conjunto, unidas por unos cuantos principios democráticos por todos aceptados. 
Ha dicho el Presidente del Gobierno que “las leyes se cambian pero no se violan”. Y, a continuación, nada ha cambiado. Ni se ha escuchado… favoreciéndose manifestaciones y un estado de ánimo exacerbado, sin las pautas adecuadas para la adopción de las medidas que estén a la altura del contexto actual europeo y mundial y, sobre todo, de las modificaciones que de forma apremiante se avecinan para poder hacer frente a los grandes retos sociales y ecológicos de la nueva era digital. 
Por otra parte, es irresponsable ofrecer horizontes ambiguos carentes de las garantías necesarias relativos a las circunstancias inmediatas en las que discurriría la vida de la ciudadanía catalana. Decidir después de haber sido bien informados sobre lo que sucedería en el caso hipotético de que la secesión tuviera lugar al día siguiente de “ser soberanos”. 
La secesión no cabe en la Constitución española ni en el régimen jurídico de las Naciones Unidas ni de la Unión Europea. Sin embargo, una profunda modificación del Capítulo 8º de la Constitución permitiría, a través de las fórmulas políticas apropiadas -la federación es la más extendida y la que se adoptó en la España republicana- a todas las actuales Comunidades Autónomas, poder ejercer plenamente el alto grado de autogobierno que es deseable. 
¿Se han parado a pensar los que hoy, con un radicalismo comprensible en buena medida, se declaran “soberanistas” que tendrían que solicitar visado para entrar en España? ¿Y que no podrían circular libremente por la Unión Europea? ¿Qué ejército tendrían? ¿Qué relaciones exteriores tendrían? ¿Con qué países mantendrían relaciones comerciales?... 
El gobierno actual ha logrado, con su imperturbable actitud de espectador imperativo, que la Constitución, en lugar de ser la solución sea el problema; que no sólo un referéndum vinculante sino una simple consulta informativa sean prohibidos tajantemente… Y, así, la razón ha dado paso a la obcecación emotiva. Se equivocan. Es bueno conocer la opinión ciudadana para, conjuntamente, buscar las soluciones oportunas. El tiempo de la imposición ha concluido. Es necesario pasar con urgencia de la razón de la fuerza a la serena consideración de alternativas. Lo único que importa es la vida digna de todos los ciudadanos… a los que no se puede ilusionar y deslumbrar con objetivos cuya puesta en práctica está llena de interrogantes y aspectos negativos. 
Los cincuenta Estados que constituyen la nación de los Estados Unidos de Norteamérica, después de una terrible guerra de secesión, son un ejemplo de conciliación de la diversidad y de la unidad. Y Alemania, Brasil, Rusia, México, Suiza… 
Escuchar al pueblo. Al pueblo catalán para saber cuáles son sus aspiraciones para la adecuada vertebración de España. 
Escuchar al pueblo canario en lo que se refiere a las prospecciones petrolíferas… 
Insisto: la Constitución, cuyo Capítulo 8º quedó inacabado por la amenaza de un golpe de Estado –que estuvo a punto de situar de nuevo a un militar en la presidencia del gobierno español- debe ahora adaptarse a los tiempos que vivimos. Para el bien de todos. De todos los catalanes. Y de todos los andaluces… y vascos… de todos los españoles.



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