El fin de la 'Belle epoque' del capitalismo

 

Las 85 personas más ricas del mundo que  cabrían en un autobús urbano, controlan la misma cantidad de bienes que la mitad más pobre de de la población mundial. Es decir, 3.500 millones de personas. Una de cada cuatro personas se va a la cama con hambre, todas las noches, mientras que 1.300 millones de adultos están excedidos de peso.

 

Estos datos los ha utilizado la Directora del Fondo Monetario Internacional (FMI),Christine Legarde, en la sesión de apertura de la Conferencia Internacional para un Capitalismo Inclusivo que se está celebrando en Londres. Este evento tiene por objeto remover los principios del sistema capitalista, para hacer de él un motor inclusivo de oportunidades económicas y prosperidad compartida. En otras palabras poner coto a la desigualdad galopante que está ahogando a la sociedad civil.

 

A la Conferencia asisten 250 delegados globales de 37 países y 35 sectores comerciales,  que representan activos en gestión por un valor aproximado de 50 billones de dólares, un tercio del ingreso invertible en el mundo.

Tal parece que, por fin, el capitalismo más insolidario ha visto las fauces al lobo de la rebelión social, que la esencia del capitalismo está amenazada al crecer el antagonismo entre la minoría, cada vez más rica, y una mayoría cada vez más relegada.

 

Thomas Pikertty es el autor del libro “El capital en el siglo XXI”, que trae de dolor de cabeza a Obama, Hollande y Merkel, además de a la élite-hasta ahora- de los economistas de renombre. El mensaje de Pikertty-que por cierto no es comunista- es que la grave situación de desigualdad, que pareció atenuarse en los primeros pasos del “Estado de Bienestar”, ha revertido a sus peores momentos y que se agravará, a menos que se tomen medidas como:” un impuesto global para las rentas altas de hasta el 80% , que se complementaría con un gravamen sobre el patrimonio del 10% anual. Todo para que el gasto público se incremente hasta el 66% del PIB”.

 

La filosofía de este “guru” es que hay que salvar el capitalismo de los capitalistas, por que “ la concentración extrema de riqueza amenaza los valores de meritocracia y justicia social sobre los que se asientan las sociedades democráticas”.

No hace falta ser economista para constatar que estamos sumidos en una dura y pluridimensional crisis. Asistimos al término de la globalización feliz y de la “belle epóque” del neoliberalismo,  pero sin que estén claras las alternativas y el convencimiento de que otras no pueden repetirse, constatado su manifiesto fracaso, por más que se maquillen de populismo.

 

Puestos a reflexionar,  hay que tener en cuenta que el capitalismo ha conducido a la economía a una prosperidad sin precedentes, pero que también ha revelado su cara más amarga, la avaricia y que el crecimiento apenas influye en la redistribución de la riqueza. Del capitalismo se podría decir, como de la democracia, que son los peores sistemas, excluyendo a los demás, pero que así mismo, como señala Carney, todas las ideologías son propensas a los extremos. El capitalismo pierde su sentido moderado cuando la creencia en el poder del mercado cobra una dimensión de fe .Como ha ocurrido en esta década y se convierte en patrón.

No puede extrañar la crítica , la mala prensa que suscita . El Papa Francisco no ha vacilado en llamar “inhumano” a un sistema que causa más del 50% del paro juvenil en España. El príncipe Carlos de Inglaterra ha dicho en la Conferencia:”Cuando cayo el Muro de Berlín se festejo con gritos el triunfo del capitalismo sobre el comunismo. Yo ya entonces pensaba que no era tan simple como eso. Si el mundo de los negocios no consideraba las dimensiones sociales, comunitarias y ambientales de sus acciones, acabaría cerrando el círculo”.

 

Karl Marx predijo que el capitalismo , con sus excesos, llevaba la semilla de su propia destrucción. Tal vez por eso los delegados en la Conferencia sobre el Capitalismo Inclusivo, tratan sobre las medidas para depurar aquellos excesos que ya apuntó ,hace más de siglo y medio, el autor de “El Capital”.

Los protagonistas máximos del capitalismo tienen que llegar al convencimiento del tremendo daño que está causando la disparatada desigualdad, de que la ley  del mercado tiene límites de exclusión y de la necesidad de que los líderes globales, empresas y financieros, deben trabajar juntos para desarrollar un nuevo marco, de contenido ético, para el crecimiento sostenible.



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