Santa Bárbara bendita, con diálogo y sin barricadas


Mi primera fiesta de Santa Bárbara en Asturias, fui a celebrarla a Cerredo. Me impresionó
ver a los mineros y a sus familias procesionando a la santa de la torre-castillete en la que fue
martirizada. Lágrimas y plegarias al cantar el Santa Bárbara Bendita. Tuvimos misa y luego comida
con gente buena y sufrida. Fui invitado entonces a bajar a la mina otro día. Me conmovió la dureza
del trabajo, que no sólo te arruga las sienes y acartona las manos, sino que dibuja la tristeza en el
rostro aunque tengas el corazón cantando. Esa fugaz experiencia despertó un interés ante este
colectivo de trabajadores que me llevó a solidarizarme con ellos en un momento –uno más– que
ellos y sus familias han sufrido. Enterado que llevaban tres meses sin cobrar ni un céntimo quise
dejar tres meses mi sueldo para ellos. Mi gesto no solucionó su precariedad, ni fue vanagloria para
echarme incienso. Sólo eso: un gesto de humana y cristiana solidaridad puesto en el candelero.
El mundo del trabajo atraviesa un difícil momento, y tiene su perfil propio en las cuencas
mineras asturianas. Detrás de un conflicto laboral serio, hay siempre un drama que genera dolor en
personas concretas, en sus familias. La amenaza de un imparable recorte en el sector, el hecho de
haber comenzado una maldita cuenta atrás, la pérdida del trabajo a corto y medio plazo, la
desaparición de la minería como cauce del desarrollo económico para zonas amplias de nuestra
geografía, hace que nos tomemos en serio el sufrimiento real de estas personas y de sus familias,
y que nos sintamos realmente cercanos con todo nuestro afecto humano y cristiano.

 

No me corresponde a mi como arzobispo, ni a la Iglesia en Asturias, entrar en las cuestiones
de índole política donde habría tanto que decir detrás de cada una de las siglas de los Partidos,
porque todas ellos han tenido y tienen una responsabilidad. La gestión de los fondos mineros, la
fijación de los plazos para el desmantelamiento de la minería asturiana, las negociaciones con
Europa, las factibles alternativas al hundimiento de nuestras cuencas mineras, forma parte del
difícil pero noble quehacer de quienes están en el trato de las soluciones: administraciones locales,
regionales y del Estado, sindicatos de trabajadores y otros interlocutores sociales.
En el discurso de investidura de nuestro actual Presidente del Principado, se subrayó una
herramienta que valoro sobremanera: el diálogo. Se lo hice ver personalmente dándole las gracias,
entendiendo que sus palabras eran sabias y sinceras. El diálogo es el único camino en este
momento enormemente delicado. Ni la cerrazón al mismo por parte del Gobierno, ni la violencia
como arma reivindicativa de presión por parte de los trabajadores, conducen a ninguna solución.
La sociedad no puede ser rehén de un conflicto frente al que no sólo no nos desinhibimos con
egoísmo indiferente sino ante el que nos sentimos solidarios.

 

Pido en nombre de la cordura sensata, en nombre de la dignidad de personas y familias, en
nombre de cuanto defendemos desde el Evangelio y la doctrina social de la Iglesia, que cese la
violencia que coacciona la libertad, llegando incluso a peligrar la integridad física de gente
inocente. Y pido que se abra un cauce de diálogo maduro y responsable entre las partes. Lo que
estamos viendo y lamentando ni es el momento ni son las maneras para ayudar a sacar al país de
la crisis económica y moral que estamos todos sufriendo. Mi cercanía al colectivo de los mineros y
sus familias, mi comprensión ante la difícil situación que tienen que lidiar los gobernantes, mi
invitación a dialogar sinceramente, y mi oración a Santa Bárbara por todo esto.
? Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

 

(Carta semanal del Arzobispo de Oviedo.24 de Junio de 2012)



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