Rusia hace temblar

Si por una causa u otra, el conflicto en Ucrania terminara en algunas semanas o meses con toda su pavorosa tragedia, el añejo continente, cuna de civilizaciones, ya no será el mismo, y el resto del planeta basado en los valores democráticos, tampoco.  Se ha resquebrajado abismalmente el sendero de convivencia y paz existente desde la II Guerra Mundial. 

La actual reforma de la ley electoral del país, permite   a Vladimir Putin continuar en la presidencia. Esto significa que, después de 2024, renovaría sus poderes hasta 2036. 

 Su principal obsesión   ha sido y es Ucrania. 

El país ha sido un polvorín. Al occidente, los territorios del Imperio austrohúngaro y de la provincia polaca de Leopoli son la patria del nacionalismo ucraniano puro y duro. Las dos partes llevan años entensión y la invasión rusa enciende más el arsenal de enfrentamientos étnicos, pero en cualquier momento puede explotar en toda la zona. Es cosa de tiempo. Tal vez corto.  

El abuelo de Putin era cocinero de Lenin y Stalin, su padre combatió contra los alemanes en las tropas especiales. Estudió Derecho, ingresó en el Servicio Secreto soviético en 1975 se le destinó a Alemania del Este como agente. A su regreso, fue ayudante y vicealcalde de San Petersburgo, y en 1996 lo llamó Yeltsin a Moscú.    

En apenas cuatro años cambió su vida. Pasó de la sombra a la luz del poder. Una vez allí, le crearon una historia oficial. Rasgos nuevos, gestos limpios, credenciales políticas, sapiencia diplomática, y lo supo hacer siguiendo los recovecos los antiguos poderosos zares   

Lo cuenta un experto que conoció los pasillos de la Lubianka: “La imagen de marca del KGB es un fuerte espíritu corporativista, una cierta manera de ser deportiva y ascética, un verdadero culto a la idiosincrasia estatista” y, sobre todo, una tendencia a dividir a las personas en ‘amigos’ y ‘enemigos’ del Estado.   

Nunca preguntó ni insinuó nada, y lo más importante y valorado: consiguió, trabajando como un gatopardo, mucha información comprometedora contra sus adversarios  

Putin habla poco, lo necesario, y escucha mucho. Como no está preparado intelectualmente, los mutismos le dan un aire de sapiencia que ha elevado su prestigio y liderazgo.   

Esa parquedad da turbación. 



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