España juega a la guerra de EEUU

Una alerta aérea -provocada por el vuelo de entrenamiento de dos bombarderos rusos Su-24 sobre aguas del mar Báltico- interrumpió la rueda de prensa conjunta del presidente del Gobierno español y el presidente lituano, Gitanas Nauséda, que tenía lugar en la base aérea de la OTAN en Siauliai (Lituania).

Este incidente nada casual ha puesto de manifiesto dos cosas. Una es el creciente encuadramiento de España en los planes y misiones militares de la OTAN, algo que de hecho el gobierno de Sánchez no deja de exhibir como un “activo” para ganar prestigio y la atención de Washington.

No pocas veces, ante las exigencias de EEUU -de que España, como el resto de miembros de la OTAN, haga un mayor gasto militar y una más cuantiosa contribución presupuestaria a la Alianza- Moncloa contesta que España es uno de los países que contribuyen con más efectivos (2.900 militares) a las misiones bélicas de la OTAN, y que han llegado a ser 15, y que suponen un amplio periplo que va desde el Báltico (Lituania y Letonia), hasta el Mar Negro (Rumanía y la frontera turca), desde Oriente Medio (Líbano e Irak y hasta África (Costa de Marfil y Mali) llegando a Somalia y Yibuti.

Este hecho, algo bastante habitual, ha puesto de manifiesto la implicación del despliegue de militares y aviones españoles en una zona tan alejada de las fronteras de nuestro país, con el consiguiente peligro para la defensa autónoma de nuestra verdadera seguridad nacional. Y esto es lo que Moncloa trastoca y afirma que Sánchez ha comprobado -durante su visita a la base lituana de la OTAN- la “importante labor” del contingente español en esta misión, en la que nuestro país participa desde 2006. E incluso alardea de que durante estos años, militares y aviones españoles se han desplegado cuatro veces en Lituania, dos en Estonia y una en Rumanía.

El propio presidente ha recordado la vinculación de España con la OTAN -donde nuestro país ingresó hace 40 años tras un referéndum con trampa y con unas condiciones para aprobarlo que nunca se han cumplido-, y por la que 125.000 militares españoles han participado en múltiples misiones militares durante los últimos años. Y la guinda más reciente es que España acogerá en Madrid la próxima Cumbre de la OTAN en 2022.

Los juegos de guerra imperiales queman

La segunda cosa que se ha puesto de relevancia es que este encuadramiento militar de España en la geopolítica de guerra del Pentágono entraña peligros. Peligros nada ficticios y muy reales. Porque ponen a nuestras tropas y a nuestro país en la diana de los numerosísimos enemigos de la superpotencia estadounidense, la principal fuente de guerra en el mundo actual.

Algunos desde Moncloa agitan el seguidismo militar de España hacia EEUU, la pleitesía hacia la OTAN y el Pentágono, como una vía para disfrutar de los favores del Emperador. Cuando, en realidad, suponen en realidad todo lo contrario: un peligro para España, para sus soldados y para sus ciudadanos. La política a impulsar debería ser la independencia y la neutralidad, hacer de España un factor de paz y de estabilidad, y no convertirla en comparsa de las agresiones de EEUU a los países y pueblos del mundo.

Un peón ciego en un juego, cuyas reglas imponen otros

Pocos dudan que la irrupción de dos cazas rusos -que sobrevolaban el cielo báltico sin autorización y sin responder a las llamadas de los controladores de la OTAN- en medio de la rueda de prensa de los presidentes español y lituano haya sido casual. El Kremlin es bien conocido por planificar y calcular al milímetro sus provocaciones, por lanzar mensajes a Washington y sus aliados por la vía de los hechos consumados. Rusia toma el pulso constantemente a la Alianza, buscando siempre los límites y la capacidad de reacción de los contingentes de la OTAN destinados en su frontera o en el Mar Negro, en el conflicto con Ucrania.

Las intromisiones de los aviones rusos en el espacio aéreo de las repúblicas bálticas son el pan nuestro de cada día. Es habitual que se produzca el despegue desde Rusia de aeronaves que no tienen autorización, ni señalan su hoja de ruta, ni activan el transpondedor, el aparato que llevan todos los aviones para ser identificados.

La misión de España en la OTAN, que mantiene siete aparatos y cuatrocientos efectivos en Lituania, es ejercer de “policía del aire”, acudir al encuentro de las aeronaves, ponerse a los lados y comunicarse con ellos para avisarles de que no pueden atravesar el espacio aéreo de las tres repúblicas bálticas.

Todos esperaban un simulacro en la base de la OTAN de Siauliai, en cuyos hangares había empezado una rueda de prensa del presidente español, Pedro Sánchez, y el lituano, Gitanas Nauséda. Qué mejor que un ejercicio ficticio para demostrar a la opinión pública española y lituana la efectividad de los siete cazas Eurofighter españoles, desplegados en el país báltico para realizar funciones de policía aérea frente a las constantes provocaciones rusas. Así que cuando detrás de Sánchez y Nauséda, los pilotos corrieron a montarse en los aviones, todos sonrieron. Pero no era ningún teatrillo, era una alerta real.

Y ser juguetes de fuego al servicio de los intereses estadounidenses es muy peligroso, porque quemas y te queman. Y no es en defensa de tu país y de tu pueblo, sino para beneficio del mantenimiento del dominio hegemonista de la “aliada” superpotencia mundial.

 

Eduardo Madroñal Pedraza



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