Carta de Pablo a los crédulos

Hermanos:
Aún con perseverancia, hay ocasiones que no hace falta tomar el cielo. El cielo, voluntarioso, puede abrirnos sus brazos. Irene y yo lo sabemos muy bien. Cuando peor nos iban las cosas, cuando la pérdida de confianza de nuestros círculos se acrecentaba, cuando en cada nueva consulta electoral perdíamos votantes y escaños y el declive era patente; entonces, llegó desde el cielo el abrazo del converso Pedro con una vicepresidencia para mi y una casi segura cartera ministerial para Irene. Tengo que deciros que la noche inmediata a ese día del abrazo fue de las más increíbles y placenteras que ella y yo pasamos desde que establecimos nuestro humilde campamento en Galapagar. Porque, hermanos, nunca dudéis que nuestras preocupaciones siempre fueron las mismas, pero la hipoteca de Galapagar siempre la tuvimos presente.


Nuestros objetivos vitales: una vicepresidencia y un ministerio, casi los hemos conseguido después de varios intentos. Ya sabéis que los avances que más merecen la pena no se consiguen a la primera. Y una vez solucionado lo nuestro, si todo llega a buen fin, será el momento, desde el Gobierno de nuestro país junto al converso Pedro, de intentar mejorar vuestras vidas. Tendréis que tener paciencia, mucha paciencia, ya que encontraremos muchos límites y contradicciones y habremos de ceder en muchas cosas.
Tanto de parte de Irene como de mi parte, gracias hermanos y a las miles de personas anónimas que siempre creísteis en nosotros y en nuestros proyectos vitales, y nunca bajasteis los brazos y habéis seguido empujando. Recordad que si nosotros hemos podido, claro que se puede.


Lectura 10 N-2019. Galapagar.



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