El embargo a Cuba

Esta semana – otra vez  más -  la mayoría de los miembros de las Naciones Unidas han solicitado anular el embargo de los Estados Unidos contra Cuba. Nadie habló del dolor que viene produciendo esa dictadura desde hace más de medio siglo y la falta absoluta de libertades.

 

Y ya que hablamos de ello, esta llamada  “operación  embargo” debería ser matizada, y eso vamos hacer.

 

El tema,  y con él los ataques de Estados Unidos contra la isla, es el mayor camelo conocido sobre el mar Caribe desde  la llegada de Colón a esas aguas. Bien es verdad que si Washington no hubiera sido tan torpe diplomáticamente y Kennedy tan inexperto en política, y se hubiera permitido  la llegada a La Habana  de la Cola-cola, el Play boy, las canciones de Frank Sinatra y el maíz tostado, el barbudo  y su hermano Raúl  hace tiempo que ya  no estarían  en el Palacio de la Revolución, sino en un asilo de ancianos dementes rumiando sus cuitas y jugando a fusilar soldaditos de plomo.

 

  Fidel  - y ahora su hermanito - se han  sostenido  por dos causas: ser Cuba una isla y haber sobrevivido  en medio de una guerra fría de casi treinta años de duración entre Estados Unidos y Rusia,  siendo esos sucesos la única razón para la supervivencia  del castrismo. En ello nada tuvo que ver la ideología marxista ni las supuestas dotes políticas del régimen.

 

 A esto  se le  debe añadir la postura trasnochada y  caduca de la llamada izquierda radical. Ella mantuvo la mecha encendida del poder por sus propios intereses, sin importarle poco ni mucho la democracia, pues su vocación intrínseca y malandrina es el totalitarismo, el odio a la libertad y el desprecio a los valores humanos.

 

Según los revolucionarios de Venezuela, Nicaragua y Bolivia, la situación  creada contra Cuba es consecuencia de una “conspiración” urdida por  Estados Unidos y la “mafia terrorista” de Miami. Es decir, la eterna, repetitiva y cansina cantaleta para justificar el  inhumano trato contra los isleños y la  incapacidad para salir del laberinto donde se han metido los barbudos, pues como viejos dinosaurios, han perdido la brújula del discernimiento y la cordura.

 

 Como  al personaje otoñal  creado por Gabriel García Márquez, el único soporte que fuera de la isla aún le queda incomprensiblemente al arrugado personaje de la barba bermeja, es que se produzca “la noticia de su muerte” con  “la buena nueva de que el tiempo incontable de la eternidad había por fin terminado” para él, decía Gabo.

 

Cuba toda es una cárcel inmensa de 111.111 kilómetros cuadrados. Nadie puede salir sin permiso de los mandamases. El Muro de Berlín se derrumbó a pedazos, pero no ha caído en la isla antillana ni una piedra.

 

El Supremo Comandante retirado y su hermanisimo,   tienen la única llave de  la muralla y la guardan entre sus dientes putrefactos. 

 

 


 



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