La cuantía de enfrentar un año más

El ansia interior del ser humano de trascender por encima de los hipogeos, es uno de los fundamentos de nuestra evolución y la cognición filosófica y moral de la raza humana.  Y así – o posiblemente por ello – el explorador del océano Pacífico, el capitán James Cook, escribió en el siglo XVIII  que su ambición  por ir más lejos cada vez, no era ir a donde nadie hubiera llegado antes, “sino  ir tan lejos como le fuera posible a un hombre”. 

 Exactamente dos siglos más tarde, Yuri Romaneko, cosmonauta soviético, al venir del viaje más largo en aquel momento - pasó 430 días  en el espacio -  comentó:  

 “El Cosmos es un imán... Una vez estás allí, sólo puedes pensar en la manera de volver a él.” 

 El mismo  Juan Jacobo Rousseau, el ginebrino del “Contrato Social”, poco entusiasta de la tecnología y sus aplicaciones, expresaba:  

“Las estrellas se encuentran muy por encima de nosotros; necesitamos un saber preliminar, instrumentos y máquinas, que son como tantas inmensas escaleras que nos permiten acercarnos a ellas y ponerlas al alcance de nuestra comprensión.” 

  En el libro “Corazones solitarios en el Cosmos”, escrito por unos de los directores del proyecto “Discover”, Denmis Overbye, y  en el cual se trata la aventura científica que anhela descubrir los secretos del Universo, se nos abre al esplendor de la investigación cosmológica, ese pequeño paso para que la raza humana pueda comenzar a viajar más allá de los destinos celestes, y ante esa grandeza, el nirvana ya no puede esperar más. 

 Esos pequeños  espacios que observamos con sus correspondientes “agujeros negros” tan manoseados –con sumo cuidado –  por el genial Stephen Hawking, nos acercaron con más dualidad a los sueños de Einstein y a  su conocida expresión “Dios no juega a los dados”, ya que es ahí, donde intentamos abrirnos hacia el infinito y comenzar a reconocer que somos una parte de un todo: la creación sorprendente que nos cobija, y que   paso a paso vamos desentrañando. 

 Y ahora nos llega la inquietante pregunta: ¿Estamos solos en un Cosmos aparentemente sempiterno? Con certeza humilde, no. 

 En el firmamento inconmensurable conviven miles, millones de mundos,  con características semejantes al nuestro, siendo por ese discernimiento que la vida y la inteligencia no son fenómeno exclusivo de la raza humana.  

Hace tiempo,  los científicos ya habían  expresado las probabilidades que existen para entrar en contacto con otras entes inteligentes; presumiblemente no sea ahora ni dentro de los próximos mil años, tiempo pequeño, casi insignificante, sobre el gran péndulo del espacio que nos obliga a seguir observándolo con profunda emoción.  

 

rnaranco@hotmail.com 



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