Esa tragedia entre Israel y Hamas

Judíos y  palestinos están obligados  a comprenderse. Son ramas de un mismo tronco. ¿Cuándo acontecerá esa actitud tan demandada? Tal vez sería mejor ponerlo en manos del libro de La Kábala, esa erudición  o gnosis mística, que al decir de una leyenda o tradición, Moisés  recibió en el Sinaí con las tablas de los Diez Mandamientos.  

 Al haberse  cumplido los 75 años de la independencia del Estado moderno de Israel  - 14 de mayo de 1948 –,  la  fecha  ha ido dejando una estela de muertos y heridos en la franja de Gaza - que separa a  palestinos   y hebreos - siendo la persistente pajuela en esta nueva amarga situación que una organización terrorista, Hamas, no ha dejado de presionar a su propio pueblo y enfrentarse permanentemente contra la nación  mosaica. 

Los dos pueblos están forzados a entenderse y, aún así,  retoña permanentemente el talante de Hamas, de no aceptar ninguna solución viable si no pasa por la destrucción de Israel. 

Amargamente esa es la realidad surgida en los albores de los conflictos: lo demás es   sangre   a granel.   

 La historia de los mosaicos en esa franja entre el Mediterráneo y las cumbres del Golán, no es de ayer. Comenzó hace 4.000 años con el patriarca Abraham, su hijo Isaac y su nieto Jacob. El primer libro del Génesis es un  testimonio fehaciente, no una fábula.   

Los hebraicos, a causa de una razón u otra a lo largo de su historia,  han sido subyugados por romanos, bizantinos, árabes, cristianos, mamelucos, otomanos, británicos y,  aún así, nunca han dejado los surcos de su heredad mayor adherida a su capital eterna: Jerusalén.   

Bajo el mandato de los ingleses,   se decidió en 1937 dividir el territorio al oeste del río Jordán en dos estados, uno judío y otro árabe. La Agencia Judía -  especie de gobierno-  autorizó inmediatamente la idea de la partición, mientras los islamitas se opusieron enérgicamente y así algunas organizaciones extremistas hablaron de lo que hoy aún siguen  expresando: “empujar a los hebreos hacia el mar”.  

Otros fueron y son más directos: “hacerles limaduras y desaparecerlos de la faz de la tierra”.  

El terrorismo es una  mesnada de fanáticos con miles de tentáculos, y si el mundo civilizado de ahora mismo no se enfrenta a esa barbarie, en cualquier santiamén regresaremos a los tiempos de las cavernas.   

 En una de nuestras visitas a Israel, y acudiendo  al Kibutz Kfar Guiladi en la frontera del norte del país, unos colonos levantaron una hoguera y en un coro de regocijo unido por la camaradería, alguien rompió el aire con un balada popular. 

No recordamos todas las estrofas, algunas sí por el significado asumido tiempo después, aunque eso sea ya otra historia.  “El sol y el mar, / el pan y el mundo, / lo amargo y lo dulce: / dejemos atrás lo que hubo, / vivamos sólo en el canto.”  

Parece una menudencia y no lo es.  

 

rnaranco@hotmail.com 



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