Mejor hablar de chocolate

 

 El dialogo político es primordial  en las sociedades democráticas, y aún así,  la bocanada de aire enrarecido que inunda nuestro nación o naciones, dependiendo en que punto del secano estemos enclavados,  tras las elecciones generales, es de mira y no me toques Roque.

Las tertulias televisivas ocupan de forma vulgar, sin  la menor ponderación, un terma que debiera ser analizado dentro de los parámetros de la sensatez  o en su vertiente,  la más cercano al sentido común. Nada más lejos. La lechigada montada    se convierte cada día en  estupor  y hace de la ciencia política  un albañal.

 Este desosiego, decaimiento o malestar, invita hacer de la columna de  opinión de hoy un poco de relax mental envuelto en el sabor del apetecible chocolate de siempre, el mismo que hace unos momentos hemos saboreado con sumo placer. Uno es goloso casi de profesión.

Esa golosina es un elixir de los dioses cuya preparación se pierde en la noche de los tiempos, pero igual a cualquier placer humano se le ha revestido de pecado y virtud.

Los orígenes de esta sustancia sólida, sensual, asume sus raíces en el reino misterioso de los olmecas y los mayas, antiguas civilizaciones mesoamericanas, las primeras  en cultivar el árbol de cacao.

El seductor condimento se usaba con fines terapéuticos en el siglo IV en tierras americanas. Los hechiceros  lo recomendaban como estimulante, y los guerreros lo consumían como una bebida tónica. Los colonos españoles sabían de las virtudes curativas del cacao. Un viajero del siglo XVIII dejó dicho: “Con estos granos se elabora una pasta que según los indios es buena para el estomago y contra el catarro”.

 Su sabor despertó efecto encontrado entre las comunidad médica. La propia Iglesia Católica veía en ella una especie de caldera de diablo, no obstante un  tiempo después no existía parroquia, grande o pequeña, cuyo cura no disfrutara de sus virtudes líquidas del cacao y…  la gozosa siesta.

Durante el siglo XVII ese prodigio de la naturaleza ya había recibido  la bendición de buen número de doctores y botánicos, al descubrir  las sustancias  beneficiosas que contenía.

El médico italiano, Blancardi,  comentó en esa época: “El chocolate no solo tiene un sabor agradable, sino que es también un auténtico bálsamo para la boca, pues contribuye a mantener todas las glándulas y humores en un perfecto estado de salud. Todo aquel que lo bebe posee un aliento muy dulce.”

 Unos investigadores de la universidad de Colonia, Alemania, se percataron de que el chocolate  es muy beneficioso para la salud tras realizar un experimento con persona padeciendo hipertensión moderada y no  tratada como patología hasta ahora.

A un grupo se les requirió que ingiriesen tres onzas de tableta blanca al día durante dos semanas, y al otro igual,  pero  del negro.

  Se demostró que los polifenoles  del chocolate, es una portento sobre la salud.

 Ahora sí, tras saborear un tazón de chocolate, hablemos un poco, sin extenderse mucho, de polítca.



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