Alzheimer

En sus memorias en forma  de diario, el escritor  Max Aub, dice: “Paulino Masip viene a comer. ¡Qué tristeza!

 

  “Se da cuenta, le asoman las lágrimas a cada momento cuando se acuerda de algún hecho preciso. Estoy seguro de que piensa: ¿Para qué seguir viviendo así? Falta de riego cerebral. Ojala piense como está; es decir, ojala no coordine dándose cuenta de su aspecto lamentable.”

 

Muchas personas mueren un poco cada día, son las que tienen el mal de Alzheimer la terrible enfermedad del olvido y la principal causa de demencia.

 

 El mal es una gradual pérdida o deterioro de la capacidad cognitiva causada por varias enfermedades. Destruyen lentamente las células del cerebro y termina olvidándose de su propio yo. Todos los recuerdos vividos se borran de su memoria.

 

 María Teresa León, la esposa de Rafael Alberti, tan escritora como el poeta, y también más sensible, se perdió por entre los eucaliptos  de la mente y no regresó jamás. Su hija Aitama, en aquel sanatorio en las estribaciones de Guadarrama, cerca del Madrid de los Austrias, pero más de los  mozos del Quinto Regimiento, la recordaba así… “Las manos  subrayan, señalan, acarician las mías. ¿En qué mundo remoto se habrá intrincado aquella mente? ¿Dónde quedó el pujante espíritu que arengaba a los milicianos con discursos emanados de lo más puro del corazón?”.

 

   El mal del olvido y la niebla posada en el alma, es una de las más grandes plagas del intelecto, está a punto de ser derrotada, pues en el futuro las personas genéticamente predispuestas a sufrir este tipo de enfermedad neurodegenerativa, quizá se vacunen contra ella como se hace  ahora contra la gripe.

 

El logro es un paso más, pero firme, en un largo proceso que arrancó con el descubrimiento de las mutaciones genéticas relacionadas con el Alzheimer.

 

 Hace unos años no se disponía de un modelo sobre el que estudiar el mal, para el que no existe más que un tratamiento paliativo. Pero este requisito imprescindible para la investigación biocientífica ya se ha superado. Al disponer de un ratón transgénico que desarrolla la enfermedad, y sufre un deterioro cognitivo similar al que  padecen las personas, por primera vez los científicos han podido evaluar una vacuna contra ese deterioro de la memoria.

 

El tratamiento se probó a través de dos experimentos. Cuando los ratones transgénicos tenían 7,5 meses se formaron dos grupos. Uno recibió inyecciones mensuales de la vacuna y, el resto, ningún tratamiento.

 

 Al llegar al año, la memoria y la capacidad de aprendizaje se probaron en un laberinto acuático. Para salir de allí, los animales tenían que encontrar una plataforma oculta en algunos de los pasillos. En esta prueba se comprobó que las habilidades de todos los ratones eran iguales.

 

 Cuatro meses después, se volvió a realizar la prueba con distintos resultados. Mientras los ratones vacunados encontraban la plataforma de salida sin problemas, los que no habían recibido ningún tratamiento eran mucho más torpes y se perdían con facilidad. La vacuna había impedido el deterioro gradual de la enfermedad.

  Poder recordar un rostro, la mirada del hijo, la sonrisa o la palabra de algún ser que amamos, es reconfortable. Sin eso, aún existiendo, estamos comenzando a sentir el frío de la parda tierra.



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