Ay, mocines, mocines… ¡Qué veranucos aquellos de mi mocedá! Cuando la casa olía a hierba segada, a leche recién ordeñada y a ropa secando al sol. En esos tiempos, no había tanto postre de paquete como agora, ¡qué va!, tirábamos de lo que había: un poco de maíz molido, harina de trigo y huevos de casa. Y así salían ...
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