Como un elefante en una cacharrería

No voy a descubrir a estas alturas la capacidad de trabajo y gestión del presidente del Principado pero dada su minoría para gobernar más las dificultades añadidas de ayuntamientos en manos de la oposición, falta de euros en el cajón y un gobierno hostil en Madrid, más la proximidad de las elecciones generales, está endureciendo su postura y tensando quizás demasiado la cuerda de esta Asturias inquieta y descangallada. Francisco Alvarez-Cascos tiene muchas virtudes, por supuesto, pero no es una de ellas la mano izquierda -lógico, por otra parte- y se encuentra precisamente con las manos atadas a la hora de meter mano a muchos de los organismos y empresas públicas dependientes del gobierno autonómico y que para ser enderezadas y cambiar sus actuales equipos de dirección por otros de confianza necesitaría disponer de 30 diputados lo que está muy lejos de los 16 de que tiene. La táctica de Alvarez-Cascos la entiendo pero no la comparto. Es la de apretar las tuercas, como es cortando el grifo económico y tensionando a proveedores y empleados de los organismos públicos sin cobrar, caso del ente RTPA, para que las fuerzas de la oposición, principalmente PP y PSOE, se vengan a negociar los cambios que propone la actual administración autonómica en manos de Foro Asturias. Pero en vísperas de unas elecciones se me antoja difícil que eso se vaya a producir. No voy a discutir si lo que apunta el gobierno de Asturias sobre el Niemeyer o sobre la RPTA, por citar dos casos, se acertado o no, lo que pienso es que Alvarez-Cascos y su equipo -a sus miembros les deja muy poco margen de maniobra- debería actuar con más cintura política, que no tiene, por supuesto. Se que sus duras decisiones, que le han dado a lo largo de los años el calificativo de doberman, encanta a muchos afiliados del Foro, especialmente a los que se apuntaron en el nuevo partido por estar indignados, principalmente de derechas aunque también lo hubo de izquierdas, con la actuación de los políticos oficialistas en los últimos años, pero no creo que la confrontación sea en estos momentos buena para la sociedad asturiana.

Es verdad que al final Vicente Alvarez Areces y su equipo cometieron muchas chapuzas, gastados como estaban por tantos años en el poder. No se explica de otra manera que el anterior presidente del Principado haya dejado empantanado el futuro de la niña de sus ojos, el centro cultural de Niemeyer, cuya recuperación, si llega, va a costar tiempo y dinero, o las reiteradas inauguraciones de las paredes vacías del nuevo Hospital Central en el que en estos momentos apenas trabajan obreros al haberse ido la mayoría de las subcontratas por falta de pago, o el retraso en las infraestructuras como consecuencia de la mala planificación -lo siento, Buendía- o de la nula presión al gobierno de Madrid del mismo color que el de Asturias hasta mayo pasado. Si cuando gobernó José María Aznar el hoy presidente del Principado fue un buen ministro de Fomento para Asturias el actual, Pepiño Blanco, nos ha hecho mucho daño, y su partido en Asturias lo sabe. Mientras Francisco Alvarez-Cascos tensa la cuerda, a la dirección regional del Partido Popular la veo cada vez más descolocada y a la del PSOE, desorientada. Solo me da la impresión de que Izquierda Unida-Los Verdes se mantiene en su sitio por lo que, cogiendo votos de socialistas desencantados, es probable que su candidato, el retornado Gaspar Llamazares, vuelva a ocupar escaño en el Congreso. Tampoco veo cómoda con Francisco Alvarez-Cascos y su gobierno a la patronal asturiana. Severino García Vigón se entendía a la perfección con Vicente Alvarez-Areces pero me da el pálpito que no es así con la actual Administración autonómica aunque al final, supongo, ocurrirá lo del paciente con el dentista: A que no nos vamos a hacer daño. Ustedes me entienden



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