"Nuestra identidad es inclusiva y abierta al mundo, pero debemos desarrollar más el orgullo de pertenencia"

"Nuestra identidad es inclusiva y abierta al mundo, pero debemos desarrollar más el orgullo de pertenencia"

A Coruña.-El presidente del Principado, Adrian Barbón, ha abogado hoy por fortalecer más el orgullo de pertenencia a la tierra. El jefe del Ejecutivo, que ha participado en el acto de imposición de las insignias de oro y plata del Centro Asturiano de A Coruña, ha destacado el carácter inclusivo y abierto al mundo del sentimiento de identidad de la ciudadanía asturiana, pero ha reconocido alguna carencia. "Somos una de las comunidades con más recorrido histórico y tenemos un fuerte sentido de pertenencia que nos acompaña y distingue allí donde estemos, pero nos falta desarrollar más el orgullo de pertenencia. Es un camino que seguiremos recorriendo durante los próximo años", ha manifestado.

Barbón ha subrayado que "pocas fuerzas unen más a una comunidad que el orgullo de pertenencia" y que los centros asturianos "son un espejo para los que residimos en el Principado y nos dan auténticas lecciones de lo que significa ser y sentirse de Asturias". 

El presidente ha destacado que estos centros regionales son "excelentes embajadas de la comunidad y también vivos ejemplos de defensa de la cultura y raíces propias".


INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE EN EL ACTO DE IMPOSICIÓN INSIGNIAS DE ORO Y PLATA DEL CENTRO ASTURIANO DE A CORUÑA

Muchas gracias por la invitación a acompañarles en esta celebración tan especial para ustedes. Enhorabuena a las personas que han recibido la insignia de plata y, de modo muy particular, a su presidente, José Manuel Rodríguez, distinguido con el galardón de oro por sus 50 años de, digámoslo así, activa militancia asturiana en A Coruña. En el deporte, a eso se llama amor a los colores.

Prometo distraerles poco tiempo, apenas unos minutos. Estamos a algo más de hora y media de la frontera con el Principado. De la ría del Eo, para mayor concreción, y digo el topónimo tal como entiendo que debe ser.  A cualquiera puede llamarle la atención que a tan corta distancia de Asturias exista una sociedad como ésta, con su historia y su pujanza.

Es algo que debe hacernos pensar. Para qué, qué razón tiene mantener un centro regional cuando uno puede desplazarse sin mayores problemas a su tierra natal, ir y volver con holgura en el mismo día. Las razones históricas de la fundación están claras. A lo largo del siglo XIX se formó una nutrida colonia asturiana, recrecida con la llegada de trabajadores a la fábrica de armas y al parque de artillería de esta ciudad. Después, la centuria pasada –y qué lejos suena esa afirmación- también parecía lógica la existencia del centro, cuando las difíciles comunicaciones demoraban los viajes durante horas interminables (ya saben que una hora en una carretera con curvas tiende al infinito).

Por eso sitúo la pregunta en el hoy, en la tercera década del siglo XXI. A qué viene ahora contar con un centro en A Coruña, cuando Asturias está, como quien dice, a la vuelta de la esquina. Y, a mi entender, sólo cabe una explicación cabal: un profundo sentimiento de identidad que nos acompaña y nos distingue allí donde estemos.

Ese sentimiento, además, no es excluyente. Nuestra identidad no se construye por oposición, ni contra la gallega, ni contra la leonesa, ni contra ninguna otra. Este mismo año celebramos 13 siglos de la batalla de Covadonga, origen del reino de Asturias, embrión de otros reinos peninsulares. Somos una de las comunidades con más recorrido histórico y tenemos un fuerte sentido de pertenencia que se afirma sobre sí mismo, inclusivo y abierto al mundo.

Creo que esas dos señas son indiscutibles. Pero también reconozco alguna carencia. Y, sobre todo, por parte de quienes vivimos en Asturias: nos falta desarrollar más el orgullo de pertenencia. Por eso durante mi mandato he procurado resaltar algunos hitos de nuestro pasado, desde el 25 de mayo de 1808, cuando la Junta declaró su soberanía frente a las tropas napoleónicas, hasta la conmemoración de las cuatro décadas de la aprobación del Estatuto de autonomía o, como he recordado, los 1.300 años, que se dice pronto, de Covadonga. Conceder atención institucional a la historia de Asturias es una forma de reconocer y robustecer nuestra identidad. Es un camino que tenemos que seguir recorriendo durante los próximos años.

Porque pocas fuerzas unen más a una comunidad –y de eso saben mucho ustedes- que el orgullo de pertenencia. En ese sentido, los centros asturianos, ya estén al otro lado del océano, en Latinoamérica, o en cualquier parte de España, son un espejo para los que residimos en el Principado y nos dan auténticas lecciones de lo que significa ser y sentirse de Asturias. No sólo son excelentes embajadas de nuestra comunidad; son también vivos ejemplos de defensa de la cultura y las raíces propias. Como presidente del gobierno, lo reconozco y lo agradezco públicamente.

Como es natural, ese esfuerzo debe ser compartido. Por eso, mi Ejecutivo mantendrá y, a poder ser, reforzará la colaboración con los centros regionales en los próximos presupuestos autonómicos que, por el bien de Asturias, confiamos acordar y aprobar durante las próximas semanas. Antes subrayaba la riqueza de nuestra historia. Pues bien, ya quisieran también otras comunidades disponer de esa magnífica red de embajadas culturales que forman asociaciones como ésta.

Vuelvo a darles la enhorabuena. A José Manuel Rodríguez, a las seis personas merecedoras de las insignias de plata, a toda la junta directiva y a todos ustedes, socios y socias del Centro asturiano de La Coruña. Creo que además hoy han conseguido otro logro que tiene su importancia: van a lograr que Alfredo Canteli, alcalde de Oviedo, haya venido hasta La Coruña a comer el desarme. Eso no está al alcance de cualquiera.

 

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