Decálogo contra la idiotez

Decálogo contra la idiotez

No está de más en estos días de espectacular aguacero contra el sentido común dotarse de pequeñas defensas personales para mitigar las amenazas de los mensajes, esa insufrible balacera que ataca desde lo alto de las farolas, las entrañas de la televisión y la estridencia de la radio. Manuales de uso doméstico, transferibles a las almas en pena que deambulan por este purgatorio de cartón, para luchar contra el ejército de sapos que sueltan los programas políticos de mano. Así, habría que comenzar por desconfiar de las encuestas electorales cuando no se conoce a alguien que alguna vez haya contestado a alguna de ellas. No fiarse nunca del conocido, amigo o familiar que asegura que ha respondido a una encuesta electoral. Sospechar siempre de quien habla del futuro haciendo referencia al “pasado siglo XX”. No hacer caso a la gente del siglo XX que afirma que no hay futuro. No fiarse de quien piensa que lo peor de la prostitución son las putas o la causa de la drogadicción, los adictos. Desechar el pensamiento único, allí donde quiera que esté. Sospechar de los poetas a sueldo y de los arquitectos con éxito. Tener en cuenta que las llamadas que el móvil identifica como número privado suelen proceder del sector público más atroz. Desconfiar de todo aquel que asegure, e incluso del que afirme, con el pronombre por delante. Tener siempre a mano un par de argumentos para no discutir en vano. No dar nunca la razón a quien esté a favor de algo y no fiarse demasiado de quien está en contra de todo. Y acordarse de cerrar bien las puertas y ventanas por la noche.

 

ILUSTRACIÓN: La ramera de Babilonia sobre la bestia de siete cabezas, de una pintura rusa del siglo XIX.

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