Asturias desafía a La Vuelta: exige la retirada del equipo Israel-Premier Tech y abre un debate sobre la libertad en el deporte

Asturias desafía a La Vuelta: exige la retirada del equipo Israel-Premier Tech y abre un debate sobre la libertad en el deporte

El Principado reduce su implicación institucional en la carrera como protesta por la guerra en Gaza. La decisión aviva el debate sobre el papel del deporte en conflictos internacionales: ¿es legítimo señalar a un equipo profesional por el origen de sus patrocinadores?

 

El Gobierno del Principado de Asturias ha dado un paso sin precedentes en la historia reciente del deporte español: ha pedido al equipo Israel-Premier Tech que abandone La Vuelta a España en señal de rechazo por la guerra en Gaza. La vicepresidenta asturiana, Gimena Llamedo, ha sido contundente: “No podemos permanecer impasibles ante la masacre de Gaza”. El Ejecutivo autonómico ha anunciado además que ni el presidente Adrián Barbón ni ningún miembro del Consejo acudirán a los actos oficiales de las etapas asturianas, rompiendo con una tradición institucional muy arraigada.

“No tenemos capacidad para impedir su participación, tampoco el Gobierno de España, pero sí para mostrar nuestro desacuerdo”, subrayó Llamedo. La medida se ha interpretado como un gesto de alto valor político en un momento en que las imágenes de la ofensiva israelí ocupan titulares en todo el mundo.

Protestas que cambian el guion de la carrera

La tensión se ha trasladado también a las carreteras. En Bilbao, la etapa del pasado miércoles se neutralizó y no se declaró vencedor debido a las manifestaciones que bloquearon el recorrido. Plataformas como Gernika-Palestina reivindicaron la acción como “un triunfo simbólico”, mientras que en Laredo se congregaron más de 300 personas con pancartas que denunciaban el “genocidio israelí”.

Los ciclistas, atrapados en medio del conflicto, han mostrado preocupación. Eusebio Unzué, veterano mánager de Movistar, afirmó no haber vivido nada igual en 40 años de carrera. Desde el pelotón se lamenta la sensación de inseguridad y el riesgo de que la competición se convierta en escenario político.

La presión política crece

El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, ha respaldado públicamente la exclusión del equipo como mensaje político: “No se puede continuar como si nada”, comparando el caso con las sanciones a equipos rusos tras la invasión de Ucrania. Sin embargo, la decisión final recae sobre la Unión Ciclista Internacional (UCI), que hasta ahora se ha mostrado contraria a vetar equipos que cumplen las reglas.

El director técnico de La Vuelta, Kiko García, ha reconocido que la situación es insostenible: “Solo hay una solución: que el equipo se retire por voluntad propia”. Sus palabras reflejan el delicado equilibrio entre garantizar la seguridad de los ciclistas y proteger el carácter deportivo de la competición.

Un debate más profundo: deporte, política y libertad

La postura de Asturias ha sido recibida como un acto de compromiso ético, pero también abre un debate de mayor calado: ¿es justo señalar a deportistas y equipos por la política de sus patrocinadores o países de origen? La polémica recuerda a episodios del pasado, como los boicots olímpicos de la Guerra Fría o la exclusión de Sudáfrica durante el apartheid.

El ciclismo, tradicionalmente asociado a valores de resistencia y superación, se enfrenta ahora a un reto distinto: ser escenario de una protesta global sin precedentes. Algunos expertos advierten del riesgo de que la politización del deporte erosione su neutralidad, mientras otros defienden que el deporte, como altavoz internacional, no puede mirar hacia otro lado ante violaciones graves de derechos humanos.

Más allá del posicionamiento político, surge una cuestión de fondo: ¿cómo garantizar tanto la libertad de quienes protestan como la de quienes compiten? Las etapas asturianas, que suelen ser una fiesta del ciclismo, se celebrarán este fin de semana bajo estrictas medidas de seguridad y en medio de un debate que trasciende el deporte.

La Vuelta a España, convertida en símbolo de resistencia y controversia, afronta sus jornadas más tensas en Asturias. La región ha querido enviar un mensaje rotundo, pero la reflexión queda abierta: ¿puede el deporte seguir siendo un terreno neutral cuando la política internacional llama a la puerta?

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