Después de 24 años de espera, sufrimiento y lucha, la ciudad de Oviedo explotó de júbilo la noche del 21 de junio de 2025. En el estadio Carlos Tartiere no cabía un alma: 29.624 espectadores llenaron las gradas para presenciar el partido más importante en la historia reciente del club. El Real Oviedo, el conjunto carbayón, certificó ese sábado su regreso a Primera División tras vencer 3-1 al Mirandés en la dramática final del playoff de ascenso. Con el pitido final “la locura se desató en el césped del Carlos Tartiere”: la afición invadió el campo y llevó a hombros a sus héroes, celebrando que “el Real Oviedo regresa a Primera División”. Esa fecha, grabada ya con letras de oro, marcó el fin de un exilio de más de dos décadas y el comienzo de una nueva era para un club centenario que volvió, por fin, “a la máxima categoría, 24 años después”.
Fuera del estadio, la fiesta se trasladó inmediatamente a las calles de la capital asturiana. Decenas de miles de oviedistas inundaron la ciudad en una marea azul, coreando “¡Real Oviedo, Real Oviedo!” entre lágrimas, abrazos y cánticos inagotables. La tradicional Plaza de América, lugar emblemático de celebraciones, se convirtió en una fuente de alegría desbordada: incluso antes de finalizar el encuentro, muchos aficionados se lanzaron a la fuente de la plaza, empapados de euforia, cuando el gol de la tranquilidad sentenciaba la eliminatoria. La Catedral de Oviedo amaneció adornada con una enorme bandera azul del club, custodiada por la estatua de La Regenta ataviada con una bufanda oviedista, símbolos de una ciudad que se rindió por completo a la pasión futbolera. Al día siguiente, el equipo recorrió Oviedo en una rúa triunfal: partiendo de la calle Alejandro Casona, el autobús con los jugadores avanzó lentamente entre multitudes enfervorizadas por la Avenida de Galicia, la calle Uría y otras arterias principales, hasta llegar a la Plaza del Ayuntamiento alrededor de las 18:00. Allí, ante miles de hinchas abarrotando el centro histórico, los héroes azules ofrecieron el trofeo de la promoción desde un escenario montado en la calle Uría y agradecieron a su gente el apoyo incondicional. Oviedo entera se tiñó de azul, celebrando una gesta deportiva que trasciende lo puramente futbolístico: es la reivindicación de un sentimiento y el triunfo de la perseverancia colectiva.
Del cielo al abismo: los años oscuros (2001-2012)
El ascenso de 2025 cobra una dimensión histórica al contrastarlo con la pesadilla vivida desde 2001. A inicios del milenio, el Real Oviedo era un club asentado en Primera División, pero la temporada 2000/01 lo cambió todo: el equipo descendió de categoría y desencadenó una caída libre deportiva e institucional. Lejos de recuperarse en Segunda, el Oviedo profundizó su crisis. En 2003 llegó el golpe más duro: el club cayó hasta Tercera División (cuarta categoría), arrastrado por problemas económicos insostenibles. Fue un momento crítico en el que muchos dieron al histórico club por desahuciado. De hecho, el propio Ayuntamiento de Oviedo llegó a dar al Real Oviedo por “muerto” y promovió la fundación de otro club local que imitaba su escudo e incluso fichó a antiguos ídolos azules, intentando reemplazar a un Oviedo al borde de la desaparición.
Sin embargo, en lugar de morir, el Real Oviedo vivió en ese descenso al infierno su catarsis. La temporada 2003/04 en Tercera supuso el renacer del oviedismo: “la primera temporada en Tercera unió al oviedismo”, señala la memoria colectiva del club. Lejos de abandonar, la afición se organizó para salvar al equipo de sus amores. Cada oviedista aportó lo que pudo –tiempo, dinero, apoyo incondicional– para sostener al club cuando más lo necesitaba. Aquellos años en categorías regionales forjaron una nueva forma de entender el Real Oviedo: un club de sus aficionados, en el que el sentido de pertenencia y orgullo local se multiplicó ante la adversidad. Miles de hinchas siguieron acudiendo al vetusto estadio Carlos Tartiere domingo tras domingo, estableciendo récords de asistencia impropios de esas divisiones. El Oviedo sobrevivió gracias a su gente, pero seguía al borde del abismo económico, con deudas asfixiantes que amenazaban con disolver la entidad.
El punto de inflexión llegó en 2012. En noviembre de aquel año, con el club en Segunda B (tercera categoría) y al borde de la quiebra, se lanzó una ampliación de capital “a vida o muerte”. La directiva de emergencia hizo un llamamiento desesperado: era necesario recaudar millones de euros en cuestión de semanas para evitar la liquidación. La respuesta fue extraordinaria. La campaña de salvación del Real Oviedo se volvió global: más de 30.000 accionistas de 120 países distintos se movilizaron para comprar acciones del club. Desde Asturias hasta lugares remotos del planeta, hinchas anónimos y simpatizantes internacionales –incluyendo expatriados y amantes del fútbol movidos por la épica historia oviedista– aportaron su granito de arena para rescatar al conjunto azul. Esta movilización masiva convirtió al Real Oviedo en el club con la masa social accionarial más heterogénea del fútbol español. El orgullo y asombro por tal hazaña recorrieron el mundo del deporte.
En ese contexto apareció un salvador inesperado: Carlos Slim, el magnate mexicano (por entonces el hombre más rico del mundo). A través de su empresa Grupo Carso, Slim acudió al rescate financiero invirtiendo alrededor de 2 millones de euros en la ampliación de capital a finales de 2012. Con esa aportación, Slim se convirtió en accionista mayoritario (aproximadamente 35% inicialmente, aumentando luego su participación por encima del 50%). La entrada de Grupo Carso supuso un balón de oxígeno vital. “Carlos Slim salvó a la entidad de su desaparición” se recuerda, pues gracias a su inversión el club evitó la disolución y pudo planificar el futuro con estabilidad. Durante los años siguientes (2012-2022), Carso inyectó más de 23 millones de euros en el club, saneando cuentas y profesionalizando estructuras. Con la economía en vías de saneamiento y la afición volcada, el Real Oviedo por fin empezó a escalar deportivamente: “dos años después, el club regresaba a Segunda División”. En la temporada 2014/15, tras varios intentos fallidos, los carbayones lograron ascender de Segunda B a Segunda A, recuperando el estatus de club profesional. Aquel ascenso de 2015 fue celebrado como una gesta heroica y el inicio de la reconquista futbolística.
Afición y identidad: el alma indomable del oviedismo
Si algo quedó demostrado en la travesía por el desierto, es que la mayor fortaleza del Real Oviedo es su gente. La afición oviedista –los carbayones, como se conoce coloquialmente a los ovetenses– nunca abandonó a su equipo, ni en los peores momentos. En Tercera División, el Tartiere registraba asistencias récord, con miles de fieles animando como si de Primera se tratase. Esa lealtad a toda prueba se tradujo también en apoyo material: miles de aficionados se hicieron pequeños accionistas en 2012, orgullosos de ser “dueños” de un pedazo de su club.
Hoy, tras varias ampliaciones de capital, los hinchas azulones mantienen cerca del 29 % de la propiedad accionarial, una cifra inusual que refleja la filosofía de “club de sus socios”. Con más de 30.000 accionistas de 120 países, el Oviedo es un caso único de movilización global de aficionados. Aquella famosa campaña viral –“Pon tu dinero en el Oviedo”– atrajo apoyos de todos los rincones: estudiantes asturianos, emigrantes, seguidores de equipos extranjeros que se solidarizaron con la historia oviedista e incluso famosos. Todos unidos por un ideal: que el Real Oviedo sobreviviera y volviera al lugar que le corresponde.
La identidad carbayona se reforzó: Oviedo, una ciudad de tamaño medio, vivió volcada en su club con un orgullo similar al de las grandes capitales futbolísticas. Esa comunión alcanzó momentos épicos, como en 2015 cuando más de 20.000 personas celebraron en las calles el ascenso a Segunda, o como en cada derbi asturiano frente al Sporting de Gijón, rival histórico, donde la pasión se desborda.
El fútbol, en Oviedo, es mucho más que un deporte: es parte de la identidad y del corazón de su gente.
El giro mexicano: Grupo Pachuca toma las riendas (2020–2025)
En el verano de 2022, tras meses de conversaciones, Grupo Carso acordó vender el 51 % de sus acciones al Grupo Pachuca, liderado por la familia Martínez. Se sellaba así un traspaso histórico: Slim cedía el control tras diez años como máximo accionista, y Pachuca asumía la gestión deportiva del Real Oviedo.
Grupo Pachuca, conglomerado propietario de equipos como los Tuzos del Pachuca y León en México, trajo un modelo de gestión integral y exitoso. Son conocidos como “expertos en ascensos”, y su experiencia fue clave para estructurar en Oviedo un proyecto ganador. En apenas su tercera temporada como propietarios, cristalizó el regreso a Primera División.
Pachuca nombró presidente al mexicano Martín Peláez y director general a Agustín Lleida, y empezó a imprimir su sello. Tras un comienzo flojo con Jon Pérez Bolo, no dudaron en relevarle por Álvaro Cervera, con quien se estabilizó la temporada 2022/23. En verano de 2023, apostaron fuerte: incorporaron hasta once fichajes, muchos con vínculos a la estructura Pachuca, y convencieron a Santi Cazorla para regresar a casa con 38 años, cobrando solo el salario mínimo y donando el resto a la cantera. La leyenda volvía al club que le vio nacer.
La temporada 2024/25 trajo un nuevo intento fallido de ascenso, y la paciencia se agotó con Javi Calleja, sustituido por Veljko Paunović en marzo de 2025. El técnico serbio, exjugador del club durante el descenso de 2001, tomó el mando con el equipo en puestos de playoff y logró una racha de diez partidos sin perder, clasificando al Oviedo tercero.
Y el resto ya es historia.
El día decisivo: el Tartiere como templo
La vuelta de la final ante el Mirandés fue un estallido de emociones. Con el Tartiere lleno hasta la bandera, el partido arrancó con un golpe frío: el 0-1 de Panichelli obligaba al Oviedo a marcar tres. Pero el equipo no se rindió.
Santi Cazorla, eterno, empató de penalti. Chaira hizo el 2-1 al poco de comenzar la segunda parte. Y ya en la prórroga, Francisco Portillo desató la locura con un disparo a la escuadra para el definitivo 3-1. Con ese tanto, el Real Oviedo estaba en Primera.
El pitido final fue la señal: invasión de campo, lágrimas, abrazos, bengalas, gente llorando sobre el césped. Oviedo renacía. La ciudad estalló de alegría.
“Esto es por vosotros”: las voces del ascenso
Veljko Paunović, entre lágrimas, fue claro: “Esto es por la afición. Hoy cierro una herida de hace 24 años”. Cazorla, manteado por sus compañeros, sonreía con los ojos empapados: “Volver y ascender es el sueño de mi vida. Este club merece estar en Primera”.
Jesús Martínez, presidente del Grupo Pachuca, confirmó la renovación del entrenador y prometió “un proyecto sólido para quedarse en Primera”. La plantilla, con altavoces en mano, coreó desde el autobús: “¡Oviedo es de Primera, cojones!”.
Oviedo, capital de la felicidad
La Plaza de América fue el epicentro de la euforia. Desde allí, los aficionados se dirigieron a la fuente, al Ayuntamiento, a la Catedral. Las calles se tiñeron de azul durante toda la noche. No hubo incidentes, solo fiesta. Al día siguiente, el equipo recorrió la ciudad en autobús descapotable. Miles de personas se agolparon en la calle Uría, muchos con bufandas alzadas y lágrimas en los ojos.
Desde la ventana del Consistorio, Paunović levantó el brazo. Cazorla besó el escudo. Y todos gritaron: “¡Volvimos!”
Y ahora… ¿qué?
El Real Oviedo jugará la próxima temporada en Primera División. Competirá en igualdad económica con los grandes. La ciudad proyecta ya una ciudad deportiva. El club quiere reforzar su plantilla. Pero lo importante ya está hecho.
Después de 24 años de sufrimiento, el Oviedo está donde merece.
Y si algo han demostrado estos años, es que nunca hay que subestimar a quien nunca se rinde.