La autonomía que nunca existió

Leo en “Leónnoticias.com” una amplia entrevista con uno de los personajes clave en la política española en los últimos 60 años, del que se decía que desde los 18 años en que fue jefe del SEU (Sindicato Universitario) nunca se bajó del coche oficial. Me refiero a Rodolfo Martín Villa quien en esta entrevista afirma que la autonomía astur-leonesa era natural y factible. “En León siempre había una corriente de simpatía hacia Asturias; si no se avanzó más en esa corriente asturiana fue por razones partidistas”. Según el varias veces ministro él estaba entonces, cuando el nacimiento del Estado de las autonomías, en UCD -persona muy de confianza de Adolfo Suárez- y fue Alianza Popular la que se opuso a una unión de Léon con Asturias; AP y poderosas familias leonesas como los Valle, emparentados con Carlos Arias Navarro, intelectuales de la familia universitaria y hasta dirigentes sindicales. El caso es que León se emparejó con Castilla, perdiendo mucha fuerza y personalidad, hasta el punto que es hoy cuando continúan sin digerir ese matrimonio.

Y fue una pena porque Asturias y León hubieran formado una autonomía perfecta, complementándose las dos regiones, con intereses comunes y una simpatía natural que ha seguido manteniéndose a lo largo de los años. Asturias y león llegaron tenían al inicio de la democracia con un nexo común que hubiera supuesto un perfecto arranque: La Universidad. Hasta mediados de los 70, ya con Franco muerto, la Universidad de Oviedo tenía un campus en León, cuya estrella era la facultad de Veterinaria con su famoso catedrático Cordero del Campillo a la cabeza, disponiendo la vecina provincia de un vice rectorado. Precisamente yo entré en la Universidad de Oviedo en 1972 siendo rector el profesor José Caso González, un gran tipo del que guardo muy buen recuerdo. Intentó llevarse bien con los de León pero estos, enseguida pudimos constatarlo, tenían ya deseos de independencia por lo que en cuanto Juan Carlos I fue proclamado Rey de España la parte universitaria leonesa de la Universidad de Oviedo rompió amarras creando su propia institución hasta hoy. Si hubiera sido al contrario, otro gallo cantaría. Ese nexo hubiera sido el primer nudo de una autonomía, Asturias-León, poderosa y complementaria en sus planteamientos. Ahí tenemos el ejemplo de la minería. ¿No sería más factible su defensa si Asturias y León fueran lo mismo y no dos autonomías separadas y en algunos casos enfrentadas?. La autopista del Huerna nos ha acercado tremendamente hasta el punto que usted puede irse un sábado a tomar el vermouth a León y regresar a comer a Oviedo y viceversa pero aquellos políticos e industriales, llevados por intereses cicateros y cortos, prefirieron ser cabeza de ratón que cola de león, y ambas provincias se distanciaron incluso gastando fuerzas a lo largo de los años en competir entre ellas mientras otras vecinas se frotaban las manos.

En aquellos tiempos de la restauración de la democracia en nuestro país recuerdo que el único político que pensó en una autonomía asturleonesa fue Rafael Fernández a su regreso de México y a punto de convertirse en presidente de la pre autonomía asturiana. Lo había probado en el 34 pero el caso es que enseguida se desanimó al respecto al ver que su interés apenas despertaba entusiasmo en ambas zonas. Nadie le apoyó y para desgracia de ambos al final la autonomía de Asturias y León nunca llegó a existir.



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